martes, 14 de octubre de 2025

THE SMASHING MACHINE

 

Tiene muchos aspectos en común con los biopics que han abordado el ascenso y declive de ídolos del cuadrilátero, la mayoría boxeadores. No obstante, presenta elementos novedosos. Nos acerca al mundo de las artes marciales mixtas y aporta una perspectiva personal interesante. Los combates, aunque bien rodados, resultan repetitivos y terminan ejerciendo de pretexto para desarrollar las circunstancias dramáticas del protagonista. Dwayne Johnson, al que cuesta reconocer con las prótesis y el pelo, responde perfectamente a las exigencias físicas del papel. Se ha reencontrado con su pasado, ya que fue profesional del wrestling, y lo demuestra sobradamente. Ello sin obviar la implicación que evidencia al acercarse a la vertiente más humana de este campeón, hoy casi olvidado.

En poco tiempo Mark Kerr se convirtió en una estrella del fenómeno UFC, donde confluyen diversas disciplinas de lucha. Además, en sus orígenes, los contendientes estaban sujetos a muy pocas reglas, lo que generaba un gran morbo entre los aficionados. El musculoso deportista encadenó varias victorias incontestables y se granjeó rápidamente el favor del público. Solo quienes le rodeaban conocían que era adicto a los analgésicos. Su pareja, Dawn Staples, se esforzó por intentar alejarlo de las drogas.

THE SMASHING MACHINE

Otra vez, el precio de la fama mal asimilada late en el fondo del relato. Lo traduce también en las continuas y agrias disputas domésticas; sin embargo, subraya desde el inicio la honestidad, nobleza y sensibilidad del personaje, especialmente con sus rivales. Ese carácter sencillo y abierto lo convierte en cercano. Pese a no ocultar su lado oscuro, apuesta por una visión benevolente de un hombre vulnerable, lo que depara algunos episodios emotivos.

Completa el retrato con ese cariz, apuntando la voluntad de redención que manifiesta. Remata la película con imágenes recientes y fotos de archivo. En conjunto, queda sensiblemente por debajo de la brillante El luchador (2008) y tampoco iguala a El clan de hierro (2023), pero se sigue con atención porque nunca decae.

El filme está basado en un documental homónimo de 2002 y curiosamente, las peleas parecen auténticas, gracias a la destreza técnica del director Ben Safdie (Diamantes en bruto), que prescinde de artificios.

En roles secundarios destaca Emily Blunt, que ejerce de novia un tanto psicótica y un fornido Ryan Bader, quien prácticamente se interpreta a sí mismo.










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