Agustín Díaz Yanes (Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, Alatriste) pone su buen oficio al servicio de un thriller intenso. El director y guionista firma esta intriga que recrea las acciones encubiertas de una topo en ETA. Contextualiza perfectamente el relato en los primeros minutos, derivando rápidamente hacia unas situaciones delicadas y desasosegantes. Sin dudar de su calidad, puede perjudicarle el recuerdo reciente de La infiltrada. Ambas comparten muchos aspectos, aunque los objetivos que persiguen sus protagonistas sean distintos.
Amaia Mateos se siente desmotivada con las funciones que ejerce como guardia civil. Entiende que no se corresponden con el nivel de su compromiso vocacional. Por eso, cuando le ofrecen la posibilidad de infiltrarse en la organización terrorista acepta sin dudarlo. Se hace pasar por una maestra que regresa a España tras vivir unos años en Bruselas. No tarda en manifestar sus simpatías por los aberzales hasta que llama la atención de la banda. Quienes la reclutan ignoran que será la pieza clave para desmantelar los zulos donde guardan sus mayores arsenales.
Basada en hechos reales, el preámbulo resume con agilidad y concisión los sangrientos antecedentes. Ofrece unos datos escalofriantes y recupera imágenes de diversos atentados ocurridos en los 90 con un meritorio montaje.
Describe sin entrar en detalles el carácter y aspiraciones de esta joven dispuesta a arriesgar su vida. Sin embargo, en esos compases iniciales, la relación con el mando, el modus operandi empleado y los encargos que recibe recuerdan demasiado a la película de Arantxa Echevarría.
Se produce un punto de inflexión al trasladarse a territorio francés y escenificar unas actuaciones inspiradas en la llamada operación Santuario. La incertidumbre aumenta con las sombras de las sospechas que empiezan a generarse entre sus peligrosos y circunstanciales colegas. Incentiva, más si cabe, el interés por la historia con algunos episodios violentos.
Los diferentes departamentos técnicos cumplen a la hora de ambientar aquella época. Además, se aprecia la notable partitura compuesta por Arnau Bataller, que alterna pasajes inquietantes y melódicos.
Susana Abaitua recoge el testigo de Carolina Yuste y se luce con un personaje menos extrovertido. Con sus elocuentes miradas y silencios nos acerca a las tribulaciones que sufre. Rodeada por unos actores solventes, destaca la apreciable interpretación de Iraia Elias (Amama). Por otra parte, sorprende la pequeña participación del cineasta Jaime Chávarri.
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