Los reputados cineastas vascos Aitor Arregi y José Marí Goenaga (Loreak, La trinchera infinita) presentan una historia intimista y reivindicativa sobre la homosexualidad oculta en la vejez. Abordan unos traumas latentes mucho tiempo. Lo hacen mediante este relato sencillo y emocionalmente profundo. No obstante, se extiende demasiado en determinados aspectos accesorios y deja otros, de mayor interés, apenas esbozados. Sus actores constituyen uno de los puntos fuertes del filme.
Vicente, de 76 años, lleva la vida que le gusta en Maspalomas. Se pasa el día en la playa buscando encuentros carnales. Cuenta con la complicidad de su amigo Ramón, vasco como él. Sin embargo, un ictus acaba súbitamente con esas desinhibidas rutinas. Regresa a Guipúzcoa, donde ingresa en una residencia de ancianos. Allí recibirá la atención adecuada hasta que se recupere. Mientras permanezca en el centro optará por no revelar a los demás que es gay. Además, recuperará unos recuerdos amargos que quiso enterrar marchándose a Gran Canaria.
Los primeros quince minutos describen al protagonista y sus circunstancias actuales. Arriesga al intentar trasladarnos su sentimiento de liberación total, compartido con una comunidad numerosa ajena a los prejuicios sociales. En esos compases recurre a unos singulares episodios libidinosos.
Superado el punto de inflexión, cambia completamente el cariz. Van aflorando algunos secretos sorprendentes de este septuagenario. En paralelo, construye una bonita amistad con su compañero de habitación, Xanti, que acabará deparando momentos altamente emotivos. También surgen a lo largo del camino de reconocimiento y redención que decide recorrer.
De esta manera, el personaje, que representa a quienes sufrieron unos condicionantes similares, se transforma interiormente; las experiencias recientes lo reconcilian consigo mismo. En este sentido, resulta elocuente la secuencia de cierre.
La acción se sitúa principalmente en el invierno de 2020. Eso brindaba la oportunidad de, cuanto menos, denunciar lo ocurrido en los geriátricos españoles durante la pandemia, pero únicamente lo insinúa.
José Ramón Soroiz (Patria) realiza una interpretación encomiable; justamente premiada con la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián. Le arropa la notable labor del departamento de maquillaje y peluquería. Por su parte, Nagore Aranburu (Querer) y Kandido Uranga brillan en sus respectivas participaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario