Polo Menárguez (El plan) dirige esta producción española basada en la novela del escritor austríaco Arthur Schnitzler La señorita Elsa (1924), que toca unos temas espinosos condenados a no perder nunca su vigencia. El mismo cineasta y Fernando León de Aranoa (Los lunes al sol, El buen patrón) firman el guion del filme, que confronta los bajos instintos a un dilema moral complicado. La hipocresía social, el poder de degradación que otorgan las grandes fortunas, el precio del éxito y las falsas apariencias recorren la cinta. Sin embargo, estira demasiado ciertas situaciones y ofrece unas reacciones exageradas difíciles de aceptar, lo cual resta nitidez a sus mensajes. El mayor acierto lo encontramos en el reparto.
Elsa lleva muchos años estudiando música y tocando el violonchelo. Ahora está preparando la exigente audición que podría abrirle las puertas a un futuro prometedor en Viena. No obstante, piensa relajarse antes con sus amigos en la fastuosa fiesta que ha organizado el padre de Idoia, a quien conoce desde niña. Inesperadamente, su madre le llama por teléfono para que interceda por ella. Debe pedirle a Ignacio, el anfitrión, que les preste una elevada suma de dinero o se verán en serios apuros. Confía en que lo hará porque son prácticamente familia. Cuando la joven, le traslada la delicada petición al acomodado empresario, este se niega en rotundo, aunque finalmente accede con la condición de obtener algo a cambio.
Los aspectos que trata se antojan inherentes a la naturaleza humana e irreversibles, por eso precisamente la propuesta no es novedosa. Durante su visionado, la memoria del espectador recuperará títulos como Una proposición indecente (1993) o incluso The Box (2009).
Si bien la necesidad y una relación desigual centran el relato, sorprende al destapar algunos trapos sucios de la protagonista. Extiende así la crítica a la superficialidad que abunda en esos círculos privilegiados.
Los autores le confieren a la historia un intencionado tono de thriller que no acaba de funcionar. Encadena incidentes insulsos e idas y venidas por los pasillos del hotel, pero no profundiza en sus puntos fuertes. En los últimos minutos asistimos a decisiones que no terminan de explicarse adecuadamente.
La melódica banda sonora compuesta por Carla F. Benedicto, de aires clásicos, adquiere una relevancia destacada en ocasiones puntuales.
A Ester Expósito no se le puede reprochar nada. Responde a lo que demanda el papel en todo momento y se hace acreedora de un proyecto más ambicioso. Le acompaña Pedro Casablanc, que se ajusta perfectamente al rol de canalla retorcido.

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