Alejandro Amenábar (Mientras dure la guerra) vuelve a apostar por un episodio histórico, pero esta vez no satisface las expectativas generadas. El interés que suscita de inicio es innegable, la puesta en escena impecable y el reparto solvente; sin embargo, falla el guion. No acaba de coger el ritmo adecuado y acusa sus pronunciados vaivenes. Asistimos a pasajes hechizantes, aunque pierde fuelle cuando se estanca o repite determinadas situaciones, y le termina sobrando metraje (134 minutos). Y ello al margen del singular tratamiento que realiza el director de una figura universal.
Argel, 1575. Los cristianos hechos prisioneros por los corsarios árabes son vendidos como esclavos en la floreciente ciudad portuaria. No obstante, a los caballeros los recluye y custodia el propio bajá, que espera el pago de unos cuantiosos rescates para devolverles la libertad. Entre los últimos españoles capturados se encuentra Miguel de Cervantes. Allí entablará amistad con el clérigo y teólogo Antonio de Sosa. También se ganará el favor del resto de sus compañeros cautivos con las fantasías noveladas que les cuenta. Aun así, solo piensa en fugarse cuanto antes.
La premisa invitaba a insuflarle al filme un tono más aventurero, que amaga con emerger en varias ocasiones sin completar su recorrido. En cambio, los relatos que inventa el joven escritor resultan atrayentes, si bien surgen de manera intermitente. Lo mismo sucede con los elementos que inspiraron diversos detalles del Quijote. Las esperanzas frustradas, las traiciones y los incuestionables dogmas religiosos ocupan una parte de la trama, proporcionando unas secuencias tensas y prometedoras.
Por otro lado, al abordar el choque de culturas presta especial atención a las ideas opuestas sobre las relaciones homosexuales. Vinculado a dicho aspecto, va tomando relevancia un apartado sentimental que se intuye prácticamente desde el principio, hasta ser decisivo en el desenlace.
Sin perjuicio de lo apuntado, el reputado cineasta exhibe nuevamente su contrastada pericia técnica. Se aprecia igualmente que ha contado con los medios precisos a la hora de recrear lo que fue el esplendoroso enclave musulmán en el siglo XVI, y la acertada banda sonora se impregna del folclore musical magrebí.
Respecto al elenco, las correctas
interpretaciones de Julio Peña y del italiano Alessandro Borghi (Las ocho
montañas) se ven eclipsadas por varios actores que asumen papeles
secundarios. En concreto, Fernando Tejero, Luis Callejo y Miguel Rellán lucen
el oficio que tienen reconocido.
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