Con las emociones a flor de piel se disfruta esta pequeña y espléndida película donde se imponen los buenos sentimientos. Inspirada en las experiencias reales de la propia directora y guionista, la debutante Tracie Laymon, cuenta con unos protagonistas muy auténticos, dos desconocidos marcados por los traumas familiares soportados. Rompe las barreras generacionales y apela a la esencia intangible que nos hace ser personas en el mejor sentido.
Conmueve en muchos momentos, pero tampoco renuncia a conseguir la sonrisa del espectador. Las sobresalientes interpretaciones de sus actores son esenciales para insuflarle al relato cercanía y verosimilitud.
Lily, una veinteañera insegura, tiene que aguantar continuamente los desprecios de un padre egocéntrico e intratable. Tras echarla de casa y rechazar sus llamadas, se le ocurre pedirle disculpas por Facebook. Sin embargo, por error, le envía el mensaje a alguien cuyo nombre y apellido coinciden con los de su irritante progenitor: Bob Trevino. No tardan en entablar amistad, aunque ella ve esa relación como la oportunidad de recibir el cariño paterno que siempre le faltó.
Partiendo del lado amable de las redes sociales, que no es ajeno a ciertos recelos, va construyendo una conexión sincera y con efectos psicológicos sanadores. La paulatina liberación de los pesares mediante la comunicación y desde la confianza mutua se convierte en un ejemplo a considerar. La historia apuesta por esas posibilidades de forma meritoria. Consolida la empatía recíproca en poco tiempo y lo argumenta de manera asumible. Matiza esta armonía compartida con unos secundarios, de distinto talante, vinculados íntimamente a los dolorosos secretos que irán saliendo a la luz.
Aplica conveniente unas agradecidas notas de humor que surgen en los instantes oportunos y oxigenan el drama. Los minutos finales, que incluyen un inesperado giro narrativo, deparan una hermosa y tierna secuencia, inevitablemente lacrimógena.
Su visionado permite entender que fuera justamente premiada por el público en la última edición de la SEMINCI.
John Leguizamo (Moulin Rouge, El incidente) firma uno de sus mejores papeles en la gran pantalla. Hay que aplaudir igualmente la desenvoltura y naturalidad de la joven Barbie Ferreira (Nop). La química que se genera entre ambos resulta determinante.
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