No aporta nada nuevo al género de posesiones diabólicas. Ahora bien, obviando sus virtudes y defectos, al amante del terror le puede resultar interesante porque recrea un caso real que ha venido siendo la fuente inspiradora de muchos filmes. Con todo, la historia, bastante convencional, sufre unos pronunciados altibajos. Desvía demasiado la atención hacia los traumas y frustraciones de los protagonistas, lo que altera bruscamente el ritmo narrativo. Sorprende, sin embargo, que no abuse de artificios. Cabe intuir que el guion prima la fidelidad a los testimonios escritos recogidos en su día y minimiza los detalles ficticios, por lo menos, en cuanto al eje argumental se refiere.
Earling, Iowa, 1928. Emma Schmidt llega muy debilitada al convento anejo a la parroquia del padre Joseph Steiger, abatido por el reciente fallecimiento de su hermano. Las autoridades de la diócesis han decidido que sea sometida a un exorcismo en ese lugar. El veterano sacerdote Theophilus Riesinger ha derrotado varias veces al Maligno y no alberga dudas sobre el origen demoníaco del tormento que padece la joven. El escepticismo de sus anfitriones se verá quebrado por los terribles e inexplicables acontecimientos que presenciarán.
El prólogo se limita a mostrarnos una impactante escena de pocos segundos. Acto seguido retrotrae la acción a un mes antes y, curiosamente, ya no recupera esas potentes imágenes de apertura. Logran poner en alerta al espectador, contagiándole unas sensaciones espeluznantes y elevando las expectativas; pero apenas se aproxima luego a cotas tan estremecedoras. Así que quienes busquen impresiones fuertes deberán de revisar otros títulos.
Intenta compensar la renuncia a efectismos gratuitos con una realización enérgica, aunque solo se pone de manifiesto durante los sucesivos rituales que se practican. La cámara al hombro, los primeros planos que captan las expresiones de los cariacontecidos religiosos y un montaje irreprochable consiguen potenciar el cariz aterrador del relato.
Esa intensidad se pierde cuando ahonda en los dilemas morales y crisis de fe que atribulan a algunos personajes.
El desenlace se antoja un tanto desangelado; no obstante, se agradecen las explicaciones que aparecen sobreimpresionadas.
Al Pacino y Dan Stevens (La bella y la bestia) cumplen con unas interpretaciones aceptables. Merece un reconocimiento singular la actriz Abigail Cowen, que responde a las distintas exigencias de su papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario