Conviene advertir que el título es engañoso, porque apunta a una película de terror cuando realmente estamos ante un thriller psicológico. Básicamente aborda la obsesión patológica de su protagonista, cuya integridad mental se va deteriorando paulatinamente. Sabe justificar, mediante unos sucesos truculentos, la evolución de ese trastorno, que provoca reacciones inquietantes hasta llegar a cotas insospechadas. El drama familiar complementa y dota de mayor entidad al relato. Resulta esencial la interpretación de Ben Foster (The Program (El ídolo), Comanchería, El superviviente de Auschwitz). El polifacético intérprete vuelve a meterse de lleno en el papel y traza con oficio la deconstrucción interior que le exige. Con todo, el desarrollo estira el planteamiento y pese a que incorpora puntuales notas de humor negro, sus 110 minutos son excesivos.
Los McCall se disponen a instalarse en la espaciosa casa que acaban de comprar. Encontraron la ganga que buscaban y no la han dejado escapar. Piensan que allí crecerá feliz el pequeño Max, lejos del ruido de la ciudad y rodeado por la naturaleza. Sin embargo, poco después de terminar la mudanza, un coche se estrella en su jardín. El adolescente que conducía fallece en el acto. Pronto se darán cuenta de que viven junto a una curva muy peligrosa. Conforme los accidentes se suceden, el trauma que provocan en Josh aumenta.
Sus concisos e ilustrativos preámbulos permiten centrar rápidamente el argumento. Describe, con la complicidad del actor, la aparición de las extrañas sensaciones que invaden a este ejecutivo felizmente casado. Lo que, a priori, se antoja difícil de creer, toma unas formas verosímiles en la pantalla. El morbo, la mala conciencia por no poder salvar a las víctimas y ver la muerte tan cerca constituyen un cóctel altamente peligroso que puede minar la fragilidad psíquica de cualquiera, como así ocurre.
Si bien alarga algunos episodios innecesariamente, sabe introducir pequeños giros en cada secuencia. Con ello logra generar la incertidumbre precisa acerca del extremo que alcanzará este sujeto, quien se esfuerza constantemente por mantener una apariencia de normalidad. Cabe intuir que el guion agrava intencionadamente su situación por la falta de comunicación sincera con los demás, camuflando un consejo nada despreciable.
Cobie Smulders (Los vengadores) le da la réplica adecuada a su compañero y aunque en el rol que asume se aprecian unos ligeros matices antipáticos, eleva los méritos de un reparto irreprochable.
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