martes, 3 de junio de 2025

EL INSTINTO

 

Esta producción española, hecha con pocos medios, ofrece una digna y meritoria película de género. Lo fía todo al elaborado guion escrito por el director Juan Albarracín y el resultado es óptimo tomando en consideración las limitaciones a las que se enfrentaba. La prometedora ópera prima del cineasta lorquino transcurre en clave de thriller asfixiante. Controla bien el ritmo narrativo y crece en intensidad paulatinamente. Además, sabe argumentar el tránsito de la tensión psicológica a la violencia extrema. El otro pilar esencial lo constituye el irreprochable trabajo de sus intérpretes, totalmente implicados.

Hace unos años Abel se aisló del mundo por culpa de la agorafobia que sufre. Este prometedor arquitecto tuvo que marcharse a vivir al campo. Afortunadamente, puede ejercer su profesión gracias a Sonia, una colega, socia y pareja en los tiempos universitarios, que continúa apoyándole. Sin embargo, ninguna terapia ha funcionado hasta ahora. Eso podría cambiar con la ayuda de José Zamora, un adiestrador canino cuyo método se basa en potenciar el instinto. No duda en contratar sus servicios, ignorando la dureza física que comporta el tratamiento.

EL INSTINTO

Aprovecha cada minuto del metraje. Ya en el preámbulo incorpora circunstancias desconcertantes e inquietantes. Describe sin demora a los personajes principales, aunque no profundice en muchos detalles. Ambos se rebelan idóneos para construir una intriga sólida. El realizador rentabiliza plenamente ese potencial. La relación entre el peculiar entrenador, que prácticamente se convierte en un intruso, y su paciente vira hacia terrenos peligrosos sin precipitarse.

Unas imágenes pertenecientes a un antiguo documental sobre perros de caza permiten estructurar el relato en varios capítulos y elevar la expectación, porque guardan una estrecha conexión con los acontecimientos que les siguen. La agobiante situación estalla con contundencia, pero sin giros llamativos.

Únicamente cabe reprocharle que le falta claridad al escenificar los recuerdos presuntamente traumáticos del joven protagonista. También nos quedamos con ganas de saber más cosas del riguroso instructor.

Los movimientos de las cámaras por los espacios del lujoso chalé en que discurre la acción acreditan una sorprendente pericia técnica. Invitan a intuir la cuidada planificación previa que hay detrás.

Las mejores versiones de Javier Pereira y Fernando Cayo deparan un formidable duelo interpretativo. Les secunda ocasionalmente la siempre eficaz Eva Llorach (Quién te cantará).














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