El relato, argumentalmente limitado, no hace justicia al espléndido diseño de producción ni a la implicación absoluta del elenco actoral. Estira demasiado la primera hora de metraje y al alcanzar por fin un tono dramático e inquietante aviva la expectación, si bien hay aspectos supuestamente relevantes que apenas esboza. Algo similar sucede con determinadas figuras históricas. Además, se estanca en unas intrigas, conspiraciones y acusaciones que acaban tornándose repetitivas. Por otra parte, aun basándose en la novela de Elizabeth Fremantle, Gambito de dama (2013), se toma ciertas licencias difícilmente aceptables.
Catalina Parr, la sexta esposa de Enrique VIII, asume la regencia mientras el rey dirige las tropas en Francia. Se esfuerza por apaciguar el país, inmerso en pugnas religiosas, y financiar la guerra mediante nuevos impuestos a la nobleza. Sin embargo, cuando el sanguinario monarca regresa a Inglaterra, reemprende la persecución de los reformistas protestantes, considerados herejes. Entre sus cabecillas está la poetisa Anne Askew, amiga íntima de la reina consorte, quien inicialmente intenta disuadirla inútilmente y luego ayudarla. Por esos gestos benevolentes podrían acusarla de traición y tiene varios enemigos a su alrededor.
El filme prioriza desde el inicio la perspectiva femenina, acentuando las virtudes y tribulaciones de la protagonista. La presenta como una mujer inteligente, cultivada y adorada por sus hijastros, pero sometida a su neurótico e inestable marido, que la ninguneaba con frecuencia. Crea así un estado permanente de suspense contenido, que estalla con los brotes iracundos del soberano.
Incrementa esa tensión al describir los recelos e intereses contrapuestos que movían a los ilustres integrantes de la corte. Se recrea en estas amenazas potenciales, demonizando especialmente al influyente arzobispo Stephen Gardiner.
Aunque el efectista desenlace aparezca en el libro que adapta, resulta precipitado e inverosímil.
Los mayores méritos se los lleva la dirección artística, que evidencia la labor previa de documentación realizada. Permite escenificar un retrato realista de aquella época, mediados del siglo XVI. Las localizaciones, el vestuario y la peluquería conforman cuadros en movimiento. Tampoco pasa desapercibida la banda sonora compuesta por Dickon Hinchliffe, intimista y solemne.
Unos enormes Alicia Vikander y Jude Law llenan la pantalla con sus irreprochables interpretaciones.
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