Ofrece la evasión que se espera en la línea de sus predecesoras. Ahora bien, siendo este el cierre de la trilogía dedicada al personaje, no satisface las expectativas. Presenta una historia muy básica y solo funcionan puntualmente los contrapuntos cómicos. El despliegue de efectos visuales, que resulta excesivo en los minutos finales, intenta salvar un espectáculo rutinario sin lograrlo. El guion apenas proporciona a los actores oportunidades para lucirse y las nuevas incorporaciones, en general, pasan sin pena ni gloria. Además, se echan en falta los siempre eficaces guiños a otros superhéroes de Marvel.
Eddie Brock y su simbionte se refugian en México porque las autoridades los buscan por asesinato. No será ese el mayor problema al que se enfrenten. El temible Knull necesita arrancarle a Venom el códice con el que podría liberarse y conquistar el universo. Con tal propósito, uno de los asoladores monstruos alienígenas que le sirven llega a la Tierra. Los protagonistas intentan escapar refugiándose en Las Vegas, desde donde se trasladan al Área 51, unas instalaciones que los militares, aparentemente, están desmantelando.
Se agradece al menos el ritmo frenético que aplica la directora Kelly Marcel, guionista de las mediocres entregas anteriores. No ha mejorado su escritura, por eso, poco más puede destacarse del filme. Los secundarios carecen de fondo; aun así, la familia hippy que, sin pretenderlo, acaba involucrada en la trama depara varios momentos chispeantes e incluso tiernos.
El relato es bastante previsible y no esconde muchas sorpresas. Algunas de las que surgen en los últimos compases rozan lo grotesco. Con los tiempos ajustados al manual de una gran producción hollywoodense, alarga el clímax recurriendo a un arsenal pirotécnico abrumador.
Las dos escenas poscréditos se encargan fundamentalmente de dejar una pequeña puerta abierta a posibles continuaciones que seguirían un rumbo diferente.
Pese a los 120 millones de dólares invertidos, la factura técnica no deslumbra. Las voraces criaturas extraterrestres, fieles a su representación gráfica, constituyen la única novedad llamativa, aunque el diseño parece un refrito de diferentes seres ya vistos en el cine.
A Tom Hardy se le ve un tanto desganado; esta vez cumple con lo mínimo. El rol de Juno Temple (Maléfica) se queda a medio explicar. Solamente Rhys Ifans (Notting Hill) salva su participación gracias al tono humorístico del papel que encarna.
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