Los amantes del terror disfrutarán de la historia hasta alcanzar el desconcertante y desangelado desenlace. Sus ambiciones no acaban de cuajar, aunque hay que reconocerle diversos méritos. El guion denota la labor volcada en construir un andamiaje narrativo complejo, con todo, se resiente de unos altibajos que rompen el ritmo. Igualmente, se aprecia la profundidad con que describe a las jóvenes protagonistas. Por contra, la irrupción de los elementos espeluznantes resulta errática y nunca se aclara su origen. Funcionan básicamente a la hora de provocar el sobresalto del espectador y sorprenderle con episodios truculentos e inesperados.
Andrea, nacida en Argentina y adoptada por unos padres españoles, se ve repentinamente acechada por un ente maligno que solo ella puede ver. Algo parecido le sucedió a Marie, su madre, hace veinte años, cuando vivía en Buenos Aires. No fue la única víctima entonces: una amiga suya llamada Camila también sufrió la irrefrenable ira de esta aterradora figura.
Un preámbulo confuso da paso al primer episodio, que sin duda es el mejor resuelto. Controla los tiempos y sin entrar en demasiados detalles, consigue unos efectos impactantes, convenientemente dosificados. Eleva así las expectativas del público; sin embargo, al cruzar el charco pierde energía. Se retrotrae al pasado distanciándose inicialmente de los aspectos inquietantes, que tarda en retomar. Se centra en la relación que casualmente surge entre dos estudiantes y aborda temas como la amistad, el dolor y los traumas heredados sin ser concluyente ni estimulante.
Al regresar a los terrenos del horror, depara unas imágenes sumamente estremecedoras, pero que evidencian la descompensación del conjunto. El epílogo no aporta mayor luz a la trama, ni ofrece muchas pistas sobre las incógnitas abiertas. El llanto al que se refiere el título precede a cada aparición del terrible espectro con un sentido metafórico difuso.
El trabajo de los distintos departamentos técnicos se advierte al cambiar de época y país. El debutante director Pedro Martín-Calero aplica eficazmente diferentes texturas. Su buen diseño de producción enfatiza el salto hacia atrás del relato: elimina las nuevas tecnologías, muy presentes al principio, y recrea con fidelidad unos ambientes ajenos a la era digital.
Las tres actrices que encabezan el reparto completan unas interpretaciones solventes: Ester Expósito (Venus), Mathilde Ollivier (Overlord) y Malena Villa (Mariposas).
Se debe destacar el atrevimiento y la intención de voltear los tópicos del género, pese a que no sea un ejercicio redondo.
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