La descollante interpretación que vuelve a brindarnos el camaleónico Eduard Fernández constituye el eje en torno al cual gira una intriga sólida. El interés por los hechos reales que narra crece gracias a este auténtico «hombre de las mil caras», siempre convincente ante las cámaras. La impostura sostenida y la manipulación recorren un caso sorprendente. El diseño de producción cumple con creces y la ambientación, sin lucimientos, nos transporta a las distintas épocas por las que transcurre la película.
Enric Marco Batlle presidió una asociación que pretendía rescatar del olvido a los españoles recluidos por los nazis en campos de concentración. Él mismo afirmaba que había estado en Flossenbürg (Baviera) y se dedicó plenamente a la organización. Con mucho tesón consiguió que el Gobierno de Rodríguez Zapatero homenajeara a estas víctimas. Su reconocimiento coincidió con los albores de las políticas encaminadas a recuperar la memoria histórica en nuestro país. Sin embargo, sus esfuerzos nunca se vieron suficientemente recompensados. Precisamente, cuando soñaba con unos agradecimientos inminentes por la labor realizada, se descubrió el secreto que escondió durante años.
Ofrece una mirada honesta, que deja señalado al protagonista, y describe su retorcida psicología, pero sin esconder unos méritos aplastados por el escándalo. Los minutos iniciales enfatizan el afán de notoriedad que le llevó a involucrarse totalmente en una causa ajena. En ese sentido, el filme aborda aquellas fantasías que cada uno crea y se cree, particularmente si logra convencer a los demás.
El guion articula el relato mediante saltos temporales, introducidos con criterio, que van adelante y atrás en el tiempo para completar un biopic cuanto menos curioso. Centra prácticamente toda la atención en este personaje absorbente y aunque destapa detalles sustanciosos, eso le aboca a minimizar el desarrollo de los secundarios, algunos ciertamente más aprovechables.
La sobriedad de la puesta en escena no les resta verosimilitud a las imágenes. Las localizaciones y el vestuario rentabilizan los medios invertidos en los apartados técnicos.
En su contrastado reparto también figuran Nathalie Poza, Sonia Almarcha, Vicente Vergara y el desaparecido Fermí Reixach, entre otros. Como sucede con sus papeles, quedan a la sombra del actor barcelonés.
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