A sus 94 años Clint Eastwood firma otra gran película como director. Presenta un brillante thriller judicial y aunque destapa rápidamente las principales bazas con las que juega, resulta absorbente. Si bien al inicio recuerda inevitablemente a 12 hombres sin piedad, la trama sigue unos cauces diferentes. Los dilemas morales y jurídicos que plantea despertarán el interés de los estudiosos del Derecho y en ese sentido emparenta con Ejecución inminente (1999). Opone la legalidad a la justicia y abre las puertas al debate, que con toda probabilidad continuará tras la proyección.
Justin Kemp está felizmente casado con Ally, que no tardará en dar a luz, por eso le gustaría pasar más tiempo en casa. Sin embargo, debe cumplir con una obligación ciudadana: formará parte del jurado que dirimirá la culpabilidad o no de James Michael Sythe. Al joven se le acusa del asesinato de quien era su novia, Kendall Carter. Nadie sabe que este escritor y futuro padre esconde un secreto vinculado al caso. Si lo desvela podría cambiar el destino del inculpado e incluso el suyo.
Después de los primeros minutos el espectador pensará que difícilmente puede verse sorprendido. No obstante, pronto se percatará de que tal sensación es errónea. La incertidumbre va creciendo y se extiende a diversos ámbitos. Y no solo eso, sino que el guion se preocupa de proporcionar con cuentagotas una información clave sobre el protagonista, recurriendo ocasionalmente a los flashbacks.
El resto de los personajes que pone en escena tampoco tienen desperdicio. Particularmente, la fiscal, inmersa en un proceso electoral, cobra una importancia determinante. Igualmente, entre los secundarios relevantes destaca el perspicaz inspector de policía retirado, cuyo potencial se antoja algo desaprovechado.
Las secuencias finales son elocuentes y en ellas se expresa aquello que el filme pretende trasladar al público. El inteligente epílogo deja ligeramente abierto el desenlace.
El veterano cineasta modera el pulso narrativo y mide los distintos resortes que espolean el relato. Se apoya en la notable banda sonora compuesta por Mark Mancina (Dos policías rebeldes, Vaiana).
Nicholas Hoult (El menú) y Toni Collette (La boda de Muriel) completan unos trabajos irreprochables; sus puntuales encuentros merecen mucho la pena. Les acompaña J. K. Simmons (Whiplash), que se luce en cada intervención.
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