Paz Vega aprueba con buena nota su prometedor debut tras las cámaras. Autora también del guion, recupera algunos recuerdos de su niñez para crear un drama agridulce y profundamente tierno. Se aprecia el tacto aplicado a la narración al escenificar los pasajes duros sin caer en la crudeza explícita. Además, rinde homenaje a las madres de una generación. Pese a los delicados temas que toca, dota al relato de aparente sencillez. Los espectadores, especialmente quienes vivieron aquella época, finalizada la Transición, empatizarán rápidamente con los personajes. El reparto, fruto del meritorio trabajo de casting, cuenta con unos jovencísimos e irreprochables intérpretes que traspasan la pantalla.
Sevilla, junio de 1984. Rita de 7 años sueña con bañarse en la playa, pero por el momento debe vigilar a su hermano Lolo. Sus padres ejercen los roles de la típica familia obrera con unos recursos económicos limitados. José Manuel, taxista, pasa muchas horas al volante; solo le complacen el fútbol y unas cervezas frías cuando no está enfadado. Mari se preocupa por todos y realiza con esmero las tareas domésticas sin ninguna ayuda ni reconocimiento. El matrimonio ya hace tiempo que se resquebraja y el divorcio, recién aprobado en España, es una posibilidad a considerar.
La novel directora consigue imponer la mirada ingenua de la auténtica protagonista. Sin saberlo, ha comenzado un viaje iniciático en el que le marcarán varias experiencias. Esa perspectiva le confiere una ligereza engañosa, al menos durante los primeros minutos.
Con sutileza introduce unos conflictos serios, más comunes de lo que se creía entonces, silenciados por pudor. La violencia de género y el maltrato infantil emergen con una contundencia visual contenida. Sin embargo, las formas empleadas no menoscaban el impacto emocional de la denuncia que esgrime.
Alterna los episodios ásperos con distintas anécdotas cotidianas. Esboza incluso un bonito romance y acicala la historia con unas simpáticas notas de humor que surgen espontáneamente. El desenlace resulta muy elocuente.
El diseño de producción rescata detalles que llaman a la nostalgia y unos ligeros toques costumbristas. La hermosa banda sonora compuesta por Pablo Cervantes (Ninette, Luz de domingo) se ajusta perfectamente al tono intimista del filme.
La prometedora Sofía Allepuz, que parece la Ana Torrent de El espíritu de la colmena (1976), lleva la película con una soltura y desparpajo asombrosos. La propia cineasta y Roberto Álamo brillan en sus respectivos papeles.
Sin duda, una de las grandes sorpresas de esta temporada. Una historia dura y emocionante a partes iguales. Una producción que mima y cuida cada detalle. Bravo por Paz Vega.
ResponderEliminarDeseando ver ya lo siguiente de Paz Vega como directora
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