Los aspectos técnicos son lo mejor de la ópera prima del director murciano Bernardo Hernández. Adapta un relato del escritor Fran J. Marber, cuyo guion firma el propio novelista. Sin embargo, en esa transposición se advierten ciertos detalles que encajan con dificultad y reacciones inexplicables. Aunque, grosso modo, el desenlace se intuye desde los primeros minutos, dado que la protagonista prácticamente lo verbaliza al principio, termina por sorprender con unas circunstancias imprevisibles. Con todo, aplica recursos muy manidos, habituales en el cine de casas poseídas por espíritus malignos y aporta poco a ese subgénero.
Verónica, periodista, casada y con una hija pequeña, decide visitar Llano de Brujas, el pueblo donde vivía su madre, que desapareció misteriosamente. No es la única mujer de la familia que se esfumó sin dejar rastro. Ella lleva años investigando los misteriosos sucesos ocurridos allí en 1484, cuando un centenar de mujeres fueron condenadas a la hoguera por la Inquisición. Ahora, inesperadamente, alguien le ha facilitado la pista que podría conducirle a conclusiones esclarecedoras. Al llegar, se instala en el vetusto y espacioso caserón de sus antepasados. No imagina el peligro que corre.
Toma como referencia la leyenda urbana sobre el ritual esotérico de la tijera. En torno a ese conjuro popular crea una intriga que aguanta bien los compases iniciales. No obstante, la reportera, tras sufrir varios incidentes abiertamente paranormales y conociendo los oscuros antecedentes del lugar, se empeña constantemente en negar la vinculación con fenómenos de ultratumba. Cualquier incidente lo achaca repetidamente a imaginaciones suyas hasta que en los instantes finales esos acontecimientos espantosos se multiplican. Al mismo tiempo, acentúa en exceso su obsesión por la figura materna.
Al menos, la resolución esconde unos giros interesantes que le dan la vuelta a la historia.
La mansión por la que discurre la acción se convierte en un personaje más. Las distintas estancias abandonadas y oscuras proporcionan unos ambientes idóneos. En ese sentido se mueve la banda sonora compuesta por Josué Vergara. El músico valenciano funde las notas musicales con inquietantes efectos de sonido. Elude reforzar los impactos visuales y su tono e instrumentación cambian conforme las sensaciones terroríficas aumentan.
Con un reparto corto, cabe destacar la implicación de la joven actriz Nahia Laiz (Servir y proteger) y la entidad que otorga a su papel Abdelatif Hwidar.
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