«Tengo que hacerte una pregunta. ¿Eres un asesino en serie?». Así comienza este thriller absorbente, premiado por el público en el Festival de Sitges, cuyo guion, inteligentemente desestructurado, firma el propio director J. T. Moliner (Ángeles y forajidos). Divide la historia en seis capítulos que se proyectan sin seguir el orden cronológico. Esto permite atrapar la atención del espectador y sorprenderle constantemente, al romper en reiteradas ocasiones las suposiciones que, empleando la lógica, cabe imaginar. Aun con ello, nunca cae en la confusión. Su agilidad narrativa se ve espoleada por unos episodios violentos que surgen inesperadamente. Incluso las secuencias aparentemente relajadas, dominadas por sus elaborados diálogos, mantienen la tensión en lo más alto. Los actores, sin ser estrellas todavía, dan la talla y completan de manera meritoria sendos tours de force.
El prólogo nos advierte del reguero de muertes que años atrás dejó un despiadado psicópata en varios Estados del país. Acto seguido, la acción se abre con una mujer conduciendo a toda velocidad para intentar escapar del hombre que le persigue en su camioneta. Antes de continuar, el filme se retrotrae al momento en que ambos van a pasar la noche juntos, aunque apenas se conocen.
El preámbulo y los primeros minutos ya resultan inquietantes. Igualmente, los créditos iniciales generan cierto interés al introducir a los protagonistas como la Dama y el Demonio, de acuerdo con lo que transmiten sus aspectos físicos. No obstante, la ingeniosa trama se aprovecha fundamentalmente de los esquemas mentales y prejuicios sociales que compartimos la mayoría. Desde esa perspectiva la intriga subvierte los modelos actuales.
Conforme se desarrolla, rompiendo la línea de temporalidad, liga los distintos giros a unos acontecimientos tremendamente cruentos que erizan los cabellos. En ese sentido, pese a su originalidad, el aficionado al género advertirá ciertos parentescos formales con el cine negro de David Lynch y Quentin Tarantino.
Rodada en 35 milímetros, los apartados técnicos están a la altura. Se apoya en una labor de montaje precisa. Y la fotografía, especialmente en las escenas nocturnas, crea unos ambientes adecuados mediante luces de neón, lo que contrasta con las luminosas localizaciones diurnas.
Hay que apuntar el nombre de Willa Fitzgerald, quien realiza una interpretación sobresaliente; transmite con absoluta convicción los registros tan opuestos que recaen en su personaje. Kyle Gallner (Smile) le aguanta el tipo con energía. En unos roles secundarios y algo pintorescos destacan la ilustre Bárbara Hershey (Hannah y sus hermanas) y Ed Begley Jr. (Hospital).
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