Icíar Bollaín recrea, con el oficio habitual, un caso de acoso sexual que en su día fue mediático y controvertido. Desde luego, consigue aproximarnos a la angustia asfixiante que puede sentir cualquier víctima de estos abusos. Saca lo mejor de los actores, que ofrecen unas interpretaciones extraordinarias. Mireia Oriol aprovecha las oportunidades que le brinda el papel y deja huella. Sus registros dramáticos conmueven y encorajinan. Igualmente convincente se muestra Urko Olazabal, quien ya colaboró con la directora en Maixabel (2021), por la que recibió varios premios, incluyendo el Goya. Si allí ponía los pelos de punta, aquí no se queda atrás y proyecta con fuerza el carácter alienante que asume.
Tras las elecciones locales celebradas en junio de 1999, Nevenka Fernández es nombrada concejala del Ayuntamiento de Ponferrada con solo 24 años. Esta joven brillante, recién licenciada en Derecho, animada por sus padres y con la confianza del equipo de gobierno, ha decidido posponer una prometedora carrera como abogada. Pese a su nula experiencia, le sorprende que el alcalde Ismael Álvarez la responsabilice de la Hacienda municipal. Ignora que también esconde otras intenciones.
Resulta irrelevante que el espectador conozca los hechos. El filme no pretende sorprender con giros inesperados, sino representar lo que supone este tipo de intimidación intolerable. Pone el ejemplo de la primera mujer que se atrevió a denunciar al agresor, aunque era un político respetado e influyente. Ello le permite mirar con ánimo crítico al pasado reciente y dimensionar las consecuencias de tan insoportable situación.
Dedica los minutos iniciales a subrayar la ingenuidad y las nobles aspiraciones de la protagonista. Seguidamente, desarrolla la historia en clave de thriller psicológico, donde la novel edil antepone la dignidad profesional a su propia salud mental. El miedo y la tensión dominan el metraje en muchos momentos ante las pocas posibilidades de escape. Querellarse contra el regidor suponía arriesgarse a sufrir represalias en el ámbito laboral y familiar, además de exponerse al escarnio público. Traslada bien esas abrumadoras sensaciones al patio de butacas.
El diseño de producción logra devolvernos a una época cercana. Introduce convenientemente imágenes de archivo que corresponden a diferentes programas televisivos.
El resto del elenco, en roles secundarios, realiza interesantes aportaciones. Cabe destacar en particular a Lucía Veiga, Ricardo Gómez y Font García.
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