Con el genocidio nazi de fondo, el polifacético director Marc Forster (Descubriendo Nunca Jamás, Cometas en el cielo, Guerra Mundial Z, El peor vecino del mundo) vuelve a demostrar que es un artesano de garantías. El filme se basa en una exitosa novela de la escritora R. J. Palacio, perteneciente a la saga Wonder y que ha adaptado Mark Bomback (El enviado). Su transposición cinematográfica equilibra bien el drama, el suspense y el romance. Consigue empañar los ojos del público sin dejar de verbalizar unos mensajes antibelicistas rotundos y particularmente necesarios en estos momentos.
Julian empieza el curso en un nuevo instituto tras haber sido expulsado de la escuela a la que iba por maltratar al pequeño Auggie Pullman. Al volver a casa se encuentra con su abuela, la famosa pintora Sara Blum, recién llegada de París. Esta reputada artista de origen judío va a presentar en Nueva York una retrospectiva. Con ánimo de hacerle reflexionar y enseñarle unos valores esenciales, le cuenta la imborrable experiencia que vivió cuando los alemanes ocuparon Francia. Evitó la deportación gracias a Julien Beaumier, el compañero de clase al que siempre había ignorado y menospreciado.
Desde que salta al pasado, se torna previsible en algunos apartados. Aun así, el tacto aplicado a los aspectos más sensibles, los imaginativos recursos de los cuales se vale puntualmente y la amenaza que pende constantemente sobre los protagonistas captan toda la atención. Matiza el horror con unos bonitos y calculados episodios sentimentales que producen los efectos deseados; encogiendo el corazón del espectador.
Reúne elementos ya vistos en la gran pantalla, pero les da una apariencia original y mantiene las emociones a flor de piel. El diario de Ana Frank (1959) y La ladrona de libros (2013) constituyen unas referencias válidas en ese sentido.
Los dos adolescentes que coloca en el centro de la historia responden a perfiles convencionales. Sus inquietudes, temores y esperanzas se escenifican con unos matices edulcorados e incluso bucólicos. Frente a ellos, el guion demoniza fundamentalmente a los ruines colaboracionistas, cuyo papel acaba siendo determinante. El holocausto se menciona ocasionalmente a modo de referencia escalofriante. En cualquier caso, las distintas piezas encajan debidamente y el conjunto logra seducir.
El aceptable diseño de producción y la bella partitura compuesta por Thomas Newman (American Beauty, Cadena perpetua) acreditan sus excelencias técnicas.
Los jóvenes intérpretes Ariella Glaser (Madame Curie) y Orlando Schwerdt conducen la película con determinación. Helen Mirren y Gillian Anderson aportan su contrastado oficio a sus papeles.
Alas blancas, ec crítcas by Eduardo Casanova is licensed under CC BY-SA 4.0
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