martes, 17 de septiembre de 2024

EL 47

 

Marcel Barrena (Mediterráneo, 100 metros) centra la mirada en un episodio olvidado que terminó resultando decisivo para cambiar la imagen, profundamente deprimida, del extrarradio de Barcelona. El relato, extrapolable a otras grandes urbes, reivindica los sacrificios y esfuerzos de aquellos que lucharon por su dignidad vecinal. Es una crónica de la Transición vista por quienes vivían en la precariedad, a los que poco benefició la recién estrenada democracia. Retrata con emoción unas circunstancias indignas y visibiliza la marginación ejercida por la clase política del momento. No obstante, si bien nunca pierde el interés, dedica demasiados minutos a recrear esa triste situación y se demora en abordar el acontecimiento que da título al filme.

En 1958, varias familias, principalmente andaluzas y extremeñas, se asentaron en la zona de Torre Baró, donde habían comprado unos terrenos. Aspiraban a escapar del caciquismo y empezar de cero. Allí, a las afueras de la Ciudad Condal, construyeron un barrio con sus propias manos. Veinte años después seguían siendo una especie de gueto. Apenas funcionaban los servicios básicos y carecían de equipamientos públicos. Sin acceso al transporte metropolitano, los residentes debían realizar largos desplazamientos a pie cada día. El Ayuntamiento se excusaba en que las calles eran muy estrechas y empinadas. Manuel Vital, conductor de autobús, demostró la falsedad de esos pretextos, dejando en evidencia al consistorio.

EL 47

Resalta la nobleza de estos humildes trabajadores que priorizaron siempre las vías pacíficas e intentaron hacerse oír reiteradas veces sin desfallecer. Toca con ello la fibra sensible casi sin pretenderlo. Trata también la brecha generacional a través de unos jóvenes que ignoraban sus orígenes y miraban hacia un futuro lejos del arrabal. Aun cuando pone el foco en las pequeñas batallas del protagonista, no descuida a unos secundarios que por momentos dotan la historia de un carácter coral, dinamizando su desarrollo.

Aunque se remonta a unos tiempos que hoy parecen lejanos, escenifica una realidad todavía presente en las periferias de muchas capitales. De ahí que su denuncia, lamentablemente, siga vigente.

La dirección artística ha devuelto al pasado los lugares en los cuales sucedieron los hechos que narra. Además, en ocasiones fusiona sin estridencias imágenes de archivo con el material rodado ahora, transportándonos a esa época. Por su parte, Arnau Bataller firma una banda sonora que recorre la cinta con sencillos motivos musicales de aires costumbristas.

Eduard Fernández vuelve a acreditar su indiscutible talla actoral con una interpretación totalmente convincente. Le acompaña Clara Segura (Casa en llamas) en un rol digno de reconocimientos. Salva Reina borda unos registros distintos a los de sus habituales papeles cómicos. Y apunta buenas maneras Zoe Bonafonte, que se luce especialmente en el cierre.



El 47, ec críticas by Eduardo Casanova is licensed under CC BY-SA 4.0







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