El thriller que ha dirigido y coescrito Dev Patel, conocido como actor por Slumdog Millionaire, Lion y El exótico Hotel Marigold, entre otras, podría considerarse un digno debut tras las cámaras si no fuera porque copia sin reparos a su principal referente: John Wick. Y de esa imitación, menos imaginativa, no siempre sale airoso. La intriga comienza de forma muy prometedora, si bien a los pocos minutos resulta totalmente previsible. Paulatinamente, se va adentrando en terrenos cada vez más violentos que derivan a unas escenas finales excesivamente aceleradas. Sorprende el calculado montaje de las secuencias trepidantes; sin embargo, termina gustándose demasiado y a veces se tornan innecesariamente confusas. Quienes busquen evasión y elevar la adrenalina saldrán de la sala plenamente satisfechos, el resto puede que se sienta algo aturdido.
Kid creció en una región boscosa de la India escuchando cuentos de Hanuman, el dios mono. La felicidad de aquellos días se vio truncada cuando el poderoso líder espiritual Baba Shakti ordenó expulsar a los aldeanos por la fuerza para quedarse con sus tierras. En el asalto, el jefe de policía Rana Singh asesinó cruelmente a su madre. Desde entonces, está obsesionado con vengarse y ahora, varios años después, ese momento ha llegado. El gurú se presenta a las elecciones del país apoyado por el corrupto comisario, pero, antes intentará acabar con ellos. Pese a haberse preparado físicamente y contar con un minucioso plan, no lo tendrá nada fácil.
Durante la primera hora juega con unos flashsbacks intermitentes, invitando a intuir la terrible experiencia que marcó al joven luchador siendo niño. Lo describe sin centrar la narración ni dar muchos detalles. Se gana la vida en cruentos combates clandestinos, con los cuales el filme ya avanza sus señas de identidad, sin acercarse todavía a las cotas extremas que alcanza posteriormente. Se relaja brevemente al introducirnos en el edificio de un lujoso restaurante que da acceso a salones privados donde los opulentos clientes se dejan llevar por los peores vicios. Hasta la mitad del metraje se advierten ligeros ecos del cine negro clásico y la trama crece en entidad. Además, el hecho de dosificar la acción le beneficia.
Cerrado el círculo de los recuerdos pasados, se desmelena y asistimos a unas incesantes peleas multitudinarias cuyas coreografías son bastante convencionales. Apenas recurre a las armas de fuego y aun así, el encarnizado espectáculo no impresiona.
El contrastado intérprete británico se reserva el papel protagonista, que resuelve de manera aceptable, aunque, mirando sus anteriores filmes, no sea este su mejor trabajo en la gran pantalla.
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