Ofrece lo que cabe esperar: una comedia fresca y actual, a ratos muy divertida. Copia en muchos aspectos a las llamadas teen movies hollywoodenses, y mira hacia el pasado con diversas referencias nostálgicas. Denuncia con ingenio temas como el acoso escolar, la precariedad laboral, el síndrome de Peter Pan, la delincuencia callejera y la prolongada estancia en el nido paterno. Minimiza el humor grosero, y los guionistas aprovechan la afición al rap del protagonista para componer unas estrofas chispeantes. En general, mantiene el buen tono; no obstante, estira el metraje hasta los 120 minutos. Pese al largo elenco de secundarios que participa, todos encajan bien en la historia, incluso sorprende con simpáticos cameos. Indudablemente, la mayoría presentan rasgos abiertamente caricaturescos, aunque sin caer en desmesuras.
Envejecer es inevitable, madurar es opcional. Con esta máxima se siente identificado Alber, que conserva intacto su espíritu de veinteañero. A los 44 años sigue creyéndose la estrella del hiphop que fue décadas atrás, mientras se gana la vida repartiendo pizzas. Unas circunstancias que nunca hubiera imaginado le obligan a volver con sus padres. Sin embargo, deberá pagar un alto precio si quiere permanecer allí: estudiar una carrera y aprobar, al menos, el primer curso. Así que opta por matricularse en periodismo, fundamentalmente porque entre el profesorado está Amaia, el amor de juventud con quien todavía sueña. Adaptarse al nuevo entorno no le será fácil.
17 otra vez, Regreso a la escuela, Infiltrados en clase o Las ventajas de ser un marginado guardan ciertos parentescos con esta producción nacional, que logra provocar varias carcajadas. Sirve también de homenaje a la cultura musical del hardcore, sin despreciar los gustos y modas actuales. Explota con gracejo el choque generacional a distintos niveles. El esquema narrativo marca los tiempos habituales y suma al conflicto contrapuntos románticos que terminan funcionando, además de unos cuantos detalles imprevisibles.
La banda sonora la sabrán apreciar especialmente los melómanos aficionados a este estilo, pero, en cualquier caso, hay letras que no tienen desperdicio.
Los personajes más jóvenes, aun siendo fundamentales, resultan básicos. Quedan bastante por debajo de los adultos a los que acompañan. Ello se proyecta en el extenso cuadro actoral. Julián López conduce el filme con su contrastada vis cómica, dejándonos una de sus mejores interpretaciones. Acreditan igualmente el oficio en estos terrenos Raúl Cimas, Miren Ibarguren, Antonio Resines, Manuel Galiana, María Barranco y Carlos Areces. Sin tanto lucimiento, destacan las intervenciones de Lucía de la Fuente, Jason Fernández y Elena de Lara.
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