miércoles, 15 de septiembre de 2021

MALIGNO

 

El título y la publicidad invitan a pensar en la tópica película de terror que llena las salas de adolescentes y seguramente sus artífices buscan fundamentalmente atraer a este tipo de público. Ahora bien, los cinéfilos y aficionados al género advertirán en su realización, la parcela que sale mejor parada, los homenajes a las obras de Darío Argento y también la inspiración en espeluznantes figuras habituales del cine japonés. No obstante, dejando de lado estos aspectos dedicados a los nostálgicos, se ha de convenir que la historia se muestra marcadamente irregular, desluciendo sus méritos con un tercio final tan original como tramposo, excesivo e inasumible. 

Madison sueña con ser madre y parece que esta vez todo va por buen camino, después de haber sufrido varios abortos. Sin embargo, la tranquilidad que precisa se ve alterada por un inesperado suceso que padece en plena noche. Tras esa terrible experiencia comienza a tener las inquietantes visiones de una horrible mujer a la que cree únicamente fruto de sus pesadillas. Cuando comprueba que los asesinatos de la dama oscura son reales, se sentirá seriamente amenazada.

MALIGNO

Se aprecia el oficio de James Wan (Saw, Insidious, Expediente Warren) a la hora de crear ambientes malsanos e introducir resortes impactantes, mientras la intriga navega con fluidez por los terrenos del thriller policíaco salpicado de elementos desconcertantes y aterradores. 

Hábilmente, su tensa y agitada introducción abre las puertas a las especulaciones del espectador acerca de aquello que está realmente sucediendo en el interior de una clínica cuyo imponente edificio ya siembra inquietud. Se aleja de ese preámbulo para centrase en la protagonista de forma igualmente llamativa, invitando a intuir que guarda alguna relación con lo anterior. A medida que se desarrolla la trama repite los mismos patrones, pero sin decaer en interés. 

Desgraciadamente, esas magníficas sensaciones quiebran al aproximarse desenlace. Eleva la intensidad abusando de secuencias gore, al punto de rozar lo grotesco y provocar risas inoportunas con cuestionables sorpresas. 

El director de origen malayo se supera con los movimientos de cámara, que aprovechan un notable diseño de producción. 

Annabelle Wallis resuelve con corrección su trabajo y sin especiales esfuerzos se impone al resto del reparto, que flojea en líneas generales.









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