Desde Suecia llega este thriller, basado en una novela de gran éxito mundial, que se postula como un sucesor más de la saga ‘Millenium’; sin embargo el resultado que ofrece dista un abismo de aproximarse a las excelencias de cualquiera de las tres entregas de aquella.

La acción comienza con el asesinato de una familia de clase media. Sólo el hijo adolescente logra sobrevivir en estado crítico. Para saber lo que pasó, el policía judicial que lleva el caso decide recurrir a las habilidades de un médico que es también hipnotista.
Sobre el nudo central de la historia se le da un protagonismo excesivo a una subtrama melodramática que acaba ocupando más metraje de lo deseable. Así, por un lado, las virtudes del relato original se llegan a intuir pero se plasman de una manera muy borrosa; por otra parte, la impecable factura de su puesta en escena que es, sin duda, su punto fuerte, acaba siendo insuficiente para compensar el resto.
Pese a todo, hay que destacar el buen trabajo de sus dos intérpretes masculinos, especialmente de Michael Presbrant, una especie Russell Crowe nórdico que llena la pantalla, aunque su papel queda un tanto corto con relación a las expectativas que ofrece el título. Está muy bien secundado por el joven Tobias Zilliacus como un perseverante inspector. Sin embargo, el rol de la actriz Lena Olin toma un cariz demasiado exagerado que bordea una histeria desconcertante.
Lasse Hallström, el director de ‘Las normas de la Casa de la Sidra’, ‘Chocolat’ o ‘La pesca del Salmón en Yemen’, no acierta con este cambio de rumbo.
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