martes, 18 de junio de 2013

INSENSIBLES

Entre el suspense y el terror se mueve esta oscura intriga que comienza con unos preámbulos prometedores, marcando los cimientos de dos historias paralelas llamadas a converger para resolver los misterios que plantea. Sin embargo, tras sus primeros cuarenta minutos, el guión pierde su buen rumbo y va derivando hacia una retahíla de escenas escatológicas apoyadas en una serie de situaciones abruptas que convierten la película en una especie de ‘gore’ de medio pelo.

A un prestigioso cirujano, tras sufrir un accidente, le diagnostican una leucemia. Su única oportunidad es un trasplante de médula, pero para ello deberá encontrar a sus padres biológicos, cuyas vidas están ligadas a unos niños que en los años 30 fueron recluidos en un psiquiátrico porque eran insensibles al dolor.

El film trabaja con mucho acierto la manera de desarrollar simultáneamente ambos hilos conductores, contrastando el tono truculento que envuelve todo lo que ocurre en el sanatorio con el drama del protagonista y los secretos que poco a poco va descubriendo en la lucha por encontrar el remedio a su enfermedad. 

Pero poco a poco se va desinflando, dando la sensación de que ha llegado a un callejón sin salida y opta por los recursos más burdos para intentar resolver sus enigmas dejando en el camino a su desenlace un reguero de reacciones incoherentes y mal hilvanadas, además de un súbito discurso panfletario.

Del reparto, los trabajos más correctos corresponden a Àlex Brendemühl y a algunos de los pequeños actores que encarnan a esos chicos tan especiales. Otros nombres, como los Juan Diego y Ramón Fontseré acaban pecando de un histrionismo que desfiguran a los personajes que encarnan.

El debut en la dirección del cortometrajista franco-español Juan Carlos Medina no deja precisamente buenas sensaciones, más allá de la habilidad para crear ciertas atmósferas asfixiantes.



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