Básicamente, es más de lo mismo. Pese a cambiar de escenario e introducir a nuevos personajes, se mueve por los parámetros que ya vimos en Nadie (2021). No obstante, a los reparos que se le puedan hacer por esta circunstancia cabe oponer la honestidad de sus artífices. Quienes se acerquen a las salas se encontrarán con aquello que buscan: una película que conjuga sin descanso la acción y el humor. Sus vertiginosos 89 minutos, créditos incluidos, pasan volando, aunque, lógicamente, ha perdido la capacidad para sorprender que tenía la primera.
Los Mansell se disponen, por fin, a disfrutar de unas vacaciones juntos. Eligen como destino Plumerville, una ciudad turística que a Hutch le trae muchos y buenos recuerdos de la infancia. No sabe que ahora por allí pasa la mercancía de diferentes organizaciones mafiosas. Hasta las autoridades colaboran y sacan tajada de este tráfico prohibido. No contaban con que un simple turista se convertiría en su peor pesadilla.
El breve prólogo, que enlaza con el epílogo, supone toda una declaración de intenciones. Liga este filme con el anterior y avanza los patrones que retoma. Los preámbulos propiamente dichos, ajenos a la trama central, terminan de refrescarnos la memoria acerca del protagonista, si bien los alarga demasiado.
Al llevar la intriga a la localidad donde desarrolla sus verdaderos argumentos, gana interés. No debe ser casualidad que se haya estrenado mundialmente en agosto, porque la coincidencia con la temporada estival invita inicialmente a sentir cierta cercanía. Sin embargo, apenas le saca rédito al tema de la convivencia familiar en esas fechas. No lo obvia, pero prefiere priorizar los enfrentamientos violentos.
El guion alcanza en el clímax las mayores cotas de inspiración. Escoge un lugar propicio, un parque de atracciones, lo que le permite aplicar unos artificios muy ingeniosos. Esas dosis de imaginación compensan lo previsible del desenlace.
Se intuye la labor volcada en coreografiar las secuencias vibrantes, y el resultado responde a las expectativas.
Se impone el carisma de Bob Odenkirk, aun cuando pueda parecer a la vez un tipo normal. Colin Hanks muestra su potente lado oscuro y Sharon Stone, a quien cuesta reconocer, convence en el rol de villana sin escrúpulos.
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