Manuel Sanabria (Sinfín, Hotel Bitcoin) se decanta por el terror en esta ocasión y zozobra completamente. La película quiere ser muchas cosas y se convierte en un collage de tópicos indigerible, con unos toques surrealistas que enmarañan todavía más la trama. Desperdicia las atmósferas altamente tenebrosas que proporciona la dirección artística, lo único apreciable del filme. La brujería, los espíritus y el inframundo se conjugan con el drama familiar sin que alcance a desarrollar sus ideas de manera inteligible.
Al pueblo fronterizo de Reino del Duero llega una familia dispuesta a pasar unas cortas vacaciones. Necesitan cambiar de aires y la estancia en esa pequeña localidad rural podría ayudarles a superar la terrible desgracia que padecieron. Por otro lado, en las afueras, acaba de instalarse un joven, aficionado a las drogas, que ha encontrado trabajo allí cerca. Inesperadamente, vera alterada la paz de que disfruta cuando unos extraños acampan frente a su roulotte. Pronto, todos estos forasteros se verán sorprendidos por los obsequios de la enigmática Fátima, que colecciona objetos antiguos.
Desde el principio se advierten indicios de lo desnortado del guion. Desarrolla en paralelo dos relatos vinculados únicamente por el oscuro personaje a que se refiere el título. En ambos casos introduce paulatinamente elementos inquietantes, pero termina entrando en bucle y los lleva a terrenos enrevesados. Tira de recursos muy vistos e incluso depara unos repulsivos momentos gore.
Funde sin la coherencia precisa aspectos traumáticos y paranormales, aderezados por trucos que deforman la realidad de los protagonistas. Los remordimientos se atisban como causantes de unas experiencias inexplicables que comienzan a angustiarles. El precipitado y confuso clímax final acentúa las malas sensaciones que ya provoca cuanto le antecede.
Por el contrario, presenta una factura técnica irreprochable. Ahí se nota la mano de quienes participaron en la nueva serie de Historias para no dormir. Sin un llamativo despliegue de medios, crean unos ambientes propicios bastante desaprovechados.
Al reparto hay que reconocerle al menos el esfuerzo por meterse en unos papeles difíciles. Canco Rodríguez (Sevillanas en Brooklyn), alejado de sus registros cómicos habituales, y Maggie Civantos se imponen al resto del elenco. Los acompañan unos esforzados Daniel Grao, Assumpta Serna, Paco Tous y Belén López, cuyo oficio no salva a este infumable largometraje.
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