Martin Bourboulon (Papá o mamá, Eiffel, Los tres mosqueteros) cambia de género y vuelve a desplegar sus mejores virtudes. Nos traslada al convulso Afganistán y responde sobradamente a las exigencias cinematográficas que precisa recrear esta angustiosa historia, ofreciendo una enérgica puesta en escena. Lógicamente, ello no sería posible sin disponer de los medios necesarios. El despliegue técnico se ajusta plenamente a esos requerimientos. El guion prima el suspense y la acción, pero tampoco descuida a los personajes. De hecho, los actores contribuyen decisivamente al magnífico resultado que depara.
Kabul, agosto de 2021. Los ciudadanos occidentales y las tropas estadounidenses han empezado a abandonar el país mientras los talibanes recuperan el control de la capital. Los franceses ultiman los preparativos para volver a casa, por eso cientos de civiles, temiendo las represalias del régimen radical, buscan refugio en su embajada. El comandante Mohamed Bida, un veterano policía, intenta darles cobijo y protección, al menos provisionalmente. Sin embargo, sacarlos de allí y trasladarlos al aeropuerto no será nada fácil.
Desde el inquietante comienzo asistimos a un thriller con varios frentes abiertos, de incierto desenlace, que convergen en el protagonista. Centra los primeros minutos en la agitación que recorría la sede diplomática, reflejo del caos generalizado. Al salir al exterior el desasosiego aumenta. Deambular por las calles significaba jugarse la vida. Las imágenes logran transmitir perfectamente esas sensaciones al patio de butacas. Denuncia también el drama humano que desencadenó la irrupción violenta de los islamistas.
Conforme se desarrollan los acontecimientos, la tensión crece salpicada por incidentes imprevisibles. Varias situaciones recuerdan a las plasmadas por filmes que transcurren en contiendas recientes. En tierra hostil (2008), 13 horas: Los soldados secretos de Bengasi y especialmente Quo Vadis, Aida? (2020) comparten diversos aspectos con esta notable película.
La dirección artística cumple en todos los apartados. Está a la altura de las grandes producciones hollywoodenses. Proporciona una apariencia de total fidelidad con lo que sucedió aquellos días fatídicos. Por esa razón, conviene que el espectador no se documente previamente sobre lo ocurrido.
Se percibe el esfuerzo volcado por Roschdy Zem (El inocente, El profesor de esgrima) en un papel que borda. Le acompañan Lyna Khoudri (Papicha, sueños de libertad, Alta costura) y Sidse Babett Knudsen (Condenados), cuyo rol de periodista adquiere una apreciable relevancia.
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