Recupera una fórmula de terror juvenil sobrexplotada en diferentes épocas. A La noche de Halloween (1978) y Viernes 13 (1980) les tomaron el relevo en los 90 tanto Scream como Sé lo que hicisteis el último verano; dos indiscutibles éxitos de taquilla. Las sucesivas entregas de ambas sagas, cada vez peores, y los sucedáneos mediocres agotaron el filón. Esta «recuela» (a medio camino entre el remake y la secuela) intenta actualizar el slasher, sin aportar grandes novedades. Si en 2022 Ghostface reaparecía acompañado por unos sutiles e hilarantes toques de autoparodia, aquí se echan en falta los contrapuntos cómicos. Sus artífices básicamente se han esforzado en incorporar referencias marcadamente nostálgicas dirigidas a los fans de antaño. Al menos, aun ajustándose al manual, nunca aburre.
Cinco amigos provocan involuntariamente un accidente de tráfico mortal. Tras avisar a la policía, se marchan rápidamente del lugar, encubren su implicación y acuerdan mantener en secreto lo acontecido. Al año siguiente, en la misma fecha, el 4 de julio, comenzarán a sentirse atormentados. Inicialmente se toman a broma una tarjeta de cumpleaños anónima en tono amenazante. No tardarán en percatarse del serio peligro que corren. El difunto Sam Cooper parece haber regresado de la tumba dispuesto a vengarse.
Se extiende demasiado en los preámbulos. Procura resaltar el carácter irresponsable y vanidoso de los protagonistas. En estos aspectos no son muy distintos a sus antecesores, y es que el guion busca ese parentesco desde el principio.
Empieza a adquirir intensidad con la primera irrupción del pescador asesino, siempre provisto de su afilado garfio. No se observan variaciones en esta imagen icónica, y nuevamente invita al espectador a formular sus teorías. Si se fija, en los compases iniciales hallará pistas que reducen significativamente el número de sospechosos, aunque se reserva algún giro inesperado. Altera también el orden previsible de las muertes.
Cabe destacar el diseño de los ataques del implacable psicópata. Sin necesidad de aplicar los recursos propios del gore, consigue los efectos escalofriantes que pretende.
No luce una factura técnica especialmente llamativa y pese a que los tiempos han cambiado, limita al mínimo la utilización de los dispositivos tecnológicos.
De los jóvenes actores que encabezan el reparto, ninguno despunta ni muestra unas dotes interpretativas que causen sensación. Los intérpretes de la original, en sus breves intervenciones, quedan un peldaño por encima, lo que tampoco era difícil.
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