Regresa a la
gran pantalla esta joya de la animación japonesa que lleva la firma del maestro
Hayao Miyazaki (Porco Rosso, Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro, El castillo
ambulante). El irrepetible cineasta nipón ofrece otro derroche de imaginación
que gustará por igual a niños y adultos. Lo hace prescindiendo de las modernas
técnicas infográficas que se aplican hoy al género. No se echan en falta porque
la historia resulta absorbente. Quienes la vieron en su día la disfrutaran
plenamente de nuevo.
Nos presenta una fábula fantástica, libremente inspirada en el cuento de Hans Christian Andersen La Sirenita (1837). Conviene saber que esta singular y notable versión se aleja sensiblemente de la popular adaptación realizada por Disney. Valiéndose de los aspectos artísticos, que responden a unas formas muy sencillas, incorpora sabias metáforas y mensajes. Con esos delicados recursos ensalza las cualidades más valiosas del ser humano.
Sôsuke, de cinco años, rescata a un pequeño pez parlanchín al que llama Ponyo. Pronto le toma cariño, ignorando que se trata de la princesa Brunilda, quien accidentalmente ha acabado lejos del reino submarino al cual pertenece. Su poderoso padre ordena a los espíritus del océano que la busquen temiendo lo peor. Sin embargo, ella está decidida a quedarse con el chico. Utilizando sus poderes mágicos se transforma en una niña. Desde ese instante, ambos vivirán diversas experiencias con las que irán creciendo unos vínculos afectivos inicialmente impensables.
Con unas licencias propias de los cuentos infantiles, pone en escena un relato sobre la amistad inquebrantable que no da descanso. El humor que nace de la ingenuidad se alterna con episodios entrañables y tensos. Crece en emociones hasta alcanzar una hermosa resolución.
En cuanto a los apartados técnicos, merece una mención especial la banda sonora compuesta por el habitual colaborador del director: Joe Hisaishi. Por momentos, su belleza envolvente la convierte en un personaje destacado. Ilustra de manera elocuente los sentimientos que proyecta la película.
Frente a las
superproducciones estadounidenses, este largometraje de Studio Ghibli estrenado
en 2008 compensa sobradamente su aparente modestia visual con todos los
contenidos que aporta.
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