La comparación con Pequeña Miss Sunshine (2006) no va desencaminada. Sin alcanzar sus excelencias, nos ofrece una road movie que reúne a generaciones distintas, aunque aquí los aspectos dramáticos adquieren algo más de peso. En cualquier caso, apuesta por la comunicación familiar y los buenos sentimientos. Presenta un buen tratamiento de los cuatro protagonistas, que perfila con virtudes y defectos comunes. Por eso no cuesta nada aproximarse a esta historia, que solo evidencia cierto decaimiento antes del desenlace.
Marie planea ir a Suiza en breve. Ya no aguanta los dolores que le provoca el cáncer y lo peor aún no ha llegado. En tal estado, decide contratar un servicio de muerte asistida. Quiere encontrar el momento adecuado para decirle la verdad a los suyos, pero no le resulta sencillo. Por eso finge que acaba de recibir una inesperada herencia cuya aceptación requiere firmar unos papeles en Zúrich inmediatamente. Acompañada por su hijo, el inmaduro Bruno, y la nieta a quien adora, Anna, se ponen en marcha. Completa la expedición Rudy, el cuidador de la anciana, que se embarca en este viaje sin desearlo realmente.
Desde el principio revela el tono humano y afable que recorre el relato, sin renunciar a tratar unos temas delicados; si bien, la eutanasia se convierte básicamente en un pretexto. El guion se centra en extraer mensajes hermosos y actitudes emocionalmente redentoras de una situación dura.
Durante esa imprevista convivencia en una autocaravana, desaparecerán paulatinamente las barreras y falsas apariencias que, a veces, de manera inconsciente, se levantan entre quienes están vinculados por lazos irrenunciables. Además, aborda ciertas circunstancias tristes, propias de la tercera edad, y las diferentes maneras en que puede entenderse la pérdida según cada cultura. En ese apartado, el encuentro casual con unos hospitalarios feriantes gitanos es muy ilustrativo.
Liga peripecias de diversa índole sin alejarse de sus auténticos propósitos. Llama la atención ver como el personaje invitado, el voluntarioso asistente, se erige en un elemento vertebrador determinante.
El ritmo narrativo se ralentiza al acercarse a los minutos finales; no obstante, con el interés del público ganado, mantiene la expectación por la resolución.
La veterana Hélène Vincent y el emergente Pierre Lottin, que coincidieron anteriormente en la notable Cuando cae el otoño (2024), son lo mejor del reparto. Les secundan David Ayala, que aporta las notas cómicas, y la desenvuelta Juliette Gasquet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario