martes, 27 de mayo de 2025

UNA QUINTA PORTUGUESA

 

Igual que hiciera en Vasil (2022), la directora y guionista valenciana Avelina Prat vuelve a apostar por explotar el lado humano de unos personajes físicamente desubicados. Consigue que los espectadores empaticen fácilmente con ellos y los acompañen en su recorrido por una senda emocional de renacimiento interior. Llena la pantalla de buenas intenciones y vincula culturas desde aquello que mejor las puede aproximar. El oficio del reparto con el que ha contado resulta también determinante.

Fernando queda anímicamente devastado cuando su esposa lo abandona. Al parecer, Milena nunca se adaptó a vivir en España. Según la información que le facilita la policía ha regresado a Serbia. Destrozado, este profesor de Geografía decide romper con todo y se marcha a Portugal. Allí, prácticamente por azar, encuentra empleo como jardinero en la quinta de Amalia, una mujer amable y hospitalaria. Al principio le costará adaptarse, pero cada vez se irá sintiendo más cómodo en aquella finca, alejado de un pasado amargo que quiere enterrar.

UNA QUINTA PORTUGUESAS

El guion presenta una estudiada estructura, pese a que se advierte algún pequeño altibajo. Tras describir a los protagonistas someramente, desarrolla con sutileza el juego de los secretos que les atañen. En tono intimista iremos descubriendo las razones por las cuales tuvieron que alejarse de sus respectivos orígenes. De diferentes maneras, se sienten extranjeros allá donde están. Esa dificultad para encajar y los dramas sufridos les permiten comprenderse mutuamente.

Sorprende que en el último tercio del metraje la película gire ligeramente hacia el thriller. Sin embargo, desvelados los enigmas que esconde, sabe transitar a unos terrenos amables, impulsando definitivamente los dubitativos caminos abiertos.

Los secundarios tampoco tienen desperdicio; de hecho, algunos, por las peculiares circunstancias que apuntan, se prestan a un spin-off.

Cuenta con una irreprochable puesta en escena, aunque de la historia no deriven exigencias especiales. Las atractivas localizaciones rurales y la luminosidad que capta la fotografía envuelven las imágenes de una agradecida calidez.

El solicitado y polifacético Manolo Solo (El buen patrón, Cerrar los ojos) se erige en la pieza esencial del elenco y conduce con convicción el relato. Le arropan unas actrices solventes: Maria de Medeiros (Pulp Fiction, Airbag), Rita Cabaço y Branka Katić (Enemigos públicos).










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