Esta coproducción internacional engancha por la sensibilidad latente en la historia que lleva a la pantalla, compatible con su trasfondo reivindicativo. Aborda un tema especialmente delicado y tabú en determinadas culturas. Lo hace recurriendo a unos personajes que comparten necesidades afectivas. Los aproxima con tacto a través de una pequeña odisea en tierra extraña. Se sirve de ese recorrido para desmontar los manidos prejuicios sobre determinados colectivos tradicionalmente marginados. Los dignifica mostrando la cara más humana, la que nunca aprecian quienes se aferran a falsos clichés.
Lia, una profesora jubilada, viaja desde Batumi (Georgia) hasta Estambul con el propósito de encontrar a su sobrina Tekla. Esta joven transexual fue expulsada del hogar familiar por sus inclinaciones de género. Ahora es la única pariente que le queda. Le acompaña Achi, un adolescente cuya madre se marchó a Turquía tiempo atrás. El chico domina varios idiomas y piensa que puede servirle de gran ayuda en el país vecino. Al llegar, las dificultades se multiplican, mientras sus expectativas van menguando. Por fortuna, Evrim, la abogada de la ONG Pink Life, se muestra dispuesta a ayudarles.
Los preámbulos describen, sin recrearse en los detalles, las circunstancias que definen a los dos protagonistas. Además, pronto aflora la animadversión y el rechazo que se profesa en la antigua república soviética hacia el colectivo LGTB. Con estos mimbres, traza una aventura salpicada de anécdotas que estrechan la relación entre ambos. En ese acercamiento se alternan los pasajes intimistas con otros bulliciosos.
A los pesares causados por la perdida, el desamparo y la soledad, se unen los deseos de redención, comprensión, aceptación e integración. Enriquecen el desarrollo de un filme que por momentos se asemeja a una buddy movie, donde tampoco faltan las notas de humor.
Los aspectos costumbristas cobran especial relevancia, igual que la coexistencia de distintas lenguas. Y al retratar los bajos fondos de la ciudad incluye a los tristemente habituales niños sin techo que deambulan por las calles.
El desenlace presenta algunos matices intencionadamente ambiguos que no estropean las buenas sensaciones de esta emotiva e interesante película.
El realismo y autenticidad que transmite debe mucho a su reparto. La veterana y expresiva Mzia Arabuli completa una magnífica interpretación, sin desmerecer a los noveles Lucas Kankava y Deniz Dumanli.
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