Prima las formas sobre el fondo y se aleja sensiblemente de los aplaudidos méritos que ofrecía su predecesora. Desparecen los contenidos con los que la anterior esgrimía una apreciable denuncia social y se preocupa fundamentalmente por construir un relato más cercano a sus orígenes gráficos. Atendiendo a estos propósitos, tampoco resulta deslumbrante. Toma hechuras de drama judicial y en ocasiones se atasca. Dinamiza ese apartado con la irrupción de unos números musicales, sin coreografías especialmente llamativas, que a veces encajan con dificultad. Con todo, los diversos giros sorprendentes que deparan los compases finales y el incuestionable trabajo del elenco permiten salvar la función dignamente.
Arthur, recluido en Arkham, será juzgado en breve por los asesinatos cometidos. Después de visitar a su abogada, el guardia que lo custodia decide inscribirlo en el coro mixto del psiquiátrico. Allí conoce a Lee Quinzel (Harley Quinn), quien le manifiesta la enorme admiración que siente por él. Pronto, la atracción es mutua; comienza así una relación apasionada y peligrosa. Juntos protagonizarán varios altercados antes del mediático juicio que podría acabar con Fleck condenado a muerte. Durante la vista revivirá sus terribles fechorías, lo que amenaza con provocar el resurgimiento del Joker.
El guion, que firman nuevamente Scott Silver y el director Todd Phillips, busca la fidelidad a los cómics. El simpático corto animado que sirve de preámbulo avanza esas intenciones. No obstante, abandona este patrón al incorporar unas canciones con las que también homenajea a clásicos de Broadway y Hollywood. Algunas versiones son realmente acertadas; sin embargo, a sus representaciones les falta un mayor sentido del espectáculo.
Uno de los puntos fuertes reside en la complicidad romántica que crea entre dos personajes desequilibrados y amorales. En las secuencias que comparten se advierten detalles muy inspirados. Además, recorren un camino que les transforma de distinta manera.
Por otro lado, si bien dosifica la acción violenta, que aparece cuando menos se espera, alarga determinados episodios innecesariamente. Reserva para los últimos minutos una sucesión de acontecimientos impactantes que se extienden hasta el rotundo y definitivo epílogo.
El diseño de producción contribuye a crear unas atmósferas sombrías y perturbadoras, que se alternan puntualmente con ensoñaciones coloridas. La banda sonora la conforman temas que inmortalizaron los escenarios, el cine y los grandes crooners.
Joaquin Phoenix vuelve a bordar al icónico villano de DC Comics. Le acompaña una fantástica Lady Gaga (Ha nacido una estrella, La casa Gucci) que, aunque parezca increíble, por momentos lo eclipsa. Merece destacarse igualmente la sólida interpretación del veterano Brendan Gleeson (Braveheart, Troya).
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