En su ópera prima, la directora y guionista Gala Gracia mira al campo, siguiendo la exitosa estela de otros títulos nacionales recientes. Sin embargo, aunque se antoje un tema ya demasiado recurrente, en este caso presenta una historia de tintes autobiográficos. El tono intimista del drama familiar que cuenta queda matizado por el arrojo de la protagonista. Además, invita al espectador a reencontrarse con lugares rodeados por la naturaleza que apenas cambian. Visibiliza los sacrificados trabajos que realizan quienes se dedican a la ganadería en pequeñas explotaciones, supliendo con el esfuerzo diario la falta de recursos avanzados, y esboza el problema del relevo generacional.
El padre de Sara ha muerto en un accidente, lo que le obliga a regresar al pueblo donde nació. Lleva varios años viviendo en Nueva York, abriéndose camino como pianista, y no le va nada mal. Ahora, deberá aparcar la vida de urbanita durante unos días. Inesperadamente, al heredar la granja paterna decide renunciar a sus planes de futuro. Desoyendo los consejos de su hermana, pretende mantenerla en activo. No tarda en asumir las duras tareas de una empresa muy diferente a la prometedora carrera musical que tenía por delante.
El guion agiliza los preámbulos y nos pone rápidamente en situación. Con poco, describe suficientemente a los personajes y permite intuir su pasado. La relación fraternal representa dos caras del mismo universo, marcadas por un profundo dolor asimilado de distinta manera.
Desde una perspectiva particular, logra plasmar la realidad del mundo rural sin adornarse, ni idealizarlo, antes, al contrario. No obstante, centra la atención en las emociones profundas que nacen del duelo y de las deudas morales adquiridas. Explora con contención en los sentimientos de culpa, pérdida y desarraigo.
La implicación de Laia Manzanares resulta fundamental para mantener el interés. Su aparente fragilidad física contrasta con la fortaleza moral que exhibe en muchos momentos. Proyecta unos dilemas difíciles de resolver que, sin verbalizarlos, recorren sus pensamientos. Evidencia el grado de compromiso alcanzado en unas secuencias especialmente exigentes, interpretadas con absoluta naturalidad. Consigue una química total con Ángela Cervantes, siempre convincente. Igualmente, merece destacarse la participación del veterano actor portugués Rui de Carvalho.
Los paisajes naturales del Pirineo aragonés aportan un hermoso marco a la puesta en escena.
Una de mis películas favoritas del pasado festival de cine de Málaga. Fue muy emocionante escuchar a su directora y guionista hablar del proceso de creación de una obra muy autobiográfica. Tremendamente recomendable.
ResponderEliminarY recientemente, ganadora de la Tesela de oro del Festival de Alicante.
Eliminar