martes, 15 de abril de 2025

MODIGLIANI, TRES DÍAS EN MONTPARNASSE

 

El segundo largometraje de ficción que firma Johnny Depp, tras The Brave (1997), refleja el carácter del director; incluso ha escogido a un artista incomprendido en vida, con el que, cabe intuir, se siente identificado. Esa idea le permite tomarse demasiadas licencias narrativas. Utiliza diversos recursos alejados de los convencionalismos, pero sin lograr nada realmente sorprendente. Los prometedores compases iniciales crean unas expectativas que van evaporándose. Se recrea en detalles escatológicos e intrascendentes conforme liga anécdotas poco estimulantes. El resultado es, en general, bastante grotesco, comenzando por los propios personajes.

París, 1916. Amedeo Modigliani intenta sobrevivir a duras penas recorriendo lujosos restaurantes y dibujando retratos de los adinerados clientes. Comparte esa precaria situación con sus dos grandes amigos: Maurice Utrillo y el obsesivo Chaïm Soutine; compañeros de juergas nocturnas. No obstante, sigue convencido de que terminará triunfando. Mientras, mantiene una apasionada relación con la escritora Beatrice Hastings. Cuando el marchante polaco Léopold Zborowski le habla del interés por su obra de un prestigioso coleccionista,  empieza a ilusionarse seriamente. Podría ser la oportunidad que llevaba esperando tanto tiempo.

MODIGLIANI, TRES DÍAS EN MONTPARNASSE

El título original parece avanzar el tono desenfrenado y estrafalario del filme (Modi, tres días en las alas de la locura). Los chistes de sal gruesa y las imágenes deliberadamente repulsivas acompañan el acelerado e infructuoso periplo del protagonista. Ello choca con las intenciones que asoman en los primeros minutos, donde homenajea al slapstick clásico con frescura. Además, el guion somete la parcela romántica a vaivenes bruscos, aunque la musa inspiradora sea la única figura equilibrada.

Al margen de la agitada introducción, procede destacar la escena en la cual el pintor y escultor italiano se entrevista con un millonario que quiere ver sus cuadros. A pesar de su estilo pomposo, brilla por los diálogos y la tensión creciente que se genera entre ambos.

Cuanto menos, el diseño de producción, la fotografía y la banda sonora manifiestan unas excelencias técnicas superiores a lo que merece la historia.

A Riccardo Scamarcio se le debe reconocer el esfuerzo por mantener dignamente su papel, sin que acabe de conseguirlo. Prácticamente lo eclipsa Antonia Desplat en un rol más moderado. Al Pacino cumple, en una breve aparición, con unos registros que ya se antojan consustanciales al actor.



Modigliani, tres días en Montparnasse, ec críticas by Eduardo Casanova is licensed under CC BY-SA 4.0






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