El reputado Walter Salles (Diarios de motocicleta) rinde homenaje a un icónico represaliado de la dictadura brasileña. Esta premiada producción comparte varios aspectos con los filmes que han abordado los actos criminales de los gobiernos militares en Sudamérica. Ahora bien, la notable factura técnica y unas interpretaciones irreprochables mantienen siempre el interés por lo que sucede en la pantalla. Sus 135 minutos se corresponden con la ambición e implicación del cineasta. No obstante, podría haber firmado una película todavía más redonda si hubiera acortado los últimos y dubitativos compases.
Río de Janeiro, 1971. El ingeniero y exdiputado laborista Rubens Paiva disfruta del verano con los suyos. En la espaciosa mansión donde residen, cercana a la popular playa carioca, suelen celebrar unas animadas fiestas con amigos y parientes. Esa felicidad se trunca el día en que unos agentes de paisano lo detienen sin motivo aparente. Poco después, su esposa Eunice correrá la misma suerte. Ambos serán sometidos a interrogatorios y torturas. A ella finalmente la liberarán, pero desde ese instante no cejará en el empeño por averiguar el paradero del padre de sus cinco hijos.
Las luminosas imágenes del principio se ajustan al tono desenfadado y fresco que recorre los preámbulos, transmitiendo muy buenas sensaciones. De esta manera enfatiza el contraste con la desgarradora e inesperada situación posterior que destruye la armonía familiar.
Cuando el drama apaga la alegría, emerge con fuerza la figura de una auténtica madre coraje. Tomándola como referencia, el guion profundiza en las dos caras de unos hechos vinculados al modus operandi del régimen totalitario. Por un lado, el oscurantismo sobre la persona secuestrada y la angustia que tal circunstancia provoca en sus allegados. Este apartado, que constituye el núcleo central del relato, se mueve entre la desazón y la esperanza. Conforme avanza, asistimos a momentos conmovedores. Sin embargo, estira demasiado las últimas escenas; parece que le costara decidirse por el desenlace idóneo.
Por otra parte, esboza los resortes de la implacable maquinaria opresora del Estado, camuflada en proclamas populistas y una propaganda engañosa.
Son muchas las secuencias en las que se advierte el consumado oficio del veterano director. Los movimientos de cámara y las diferentes texturas aplicadas evidencian una cuidada planificación.
Fernanda Torres completa un magnífico trabajo, digno de los mayores elogios. Aunque conduce toda la historia, la arropan convenientemente unos jóvenes prometedores.
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