martes, 21 de septiembre de 2021

WORTH

 

Son muchas las historias que quedan por contar en el cine del 11S. Coincidiendo con el vigésimo aniversario de los terribles atentados, se ha estrenado esta película interesante y sólida, aunque menos incisiva en su crítica al sistema de lo que cabría esperar, seguramente por estar más pendiente de rendir homenaje a las víctimas de la tragedia, incorporando una conmovedora selección de testimonios reales. Opone la frialdad de las leyes a la dimensión humana del drama personal, escenificando un pulso que debería invitar a replantear determinadas prácticas jurídicas aparentemente inmutables.

La Casa Blanca le asigna a Kenneth Feinberg, uno de los abogados de mayor prestigio del país, la mediación con aquellas familias cuyos parientes han perecido en los ataques terroristas. No le será nada fácil encontrar la fórmula que permita distribuir de manera justa el dinero del fondo de compensación, especialmente porque no se trata solamente de una cuestión económica que pueda resolverse con las matemáticas. El prestigioso jurista se verá frente a unos problemas de calado que jamás hubiese imaginado. Si no consigue que la mayoría de afectados acepten su oferta, los casos se judicializaran, desacreditando al Gobierno.

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Destaca la progresiva transformación que sufre el protagonista, a quien el guion se encarga de describir con detalle durante la primera parte del metraje. Lejos de presentarlo como un hombre frío e insensible, enfatiza su talante comprensivo y el respeto que se ha ganado entre sus compañeros. Al mismo tiempo, subraya el espíritu legalista que corresponde a su formación. Con ello abona el terreno del conflicto en torno al dilema que surge a la hora de fijar el valor de la vida de una persona, derivando a tonos altamente dramáticos. 

Pese a sus méritos, en ocasiones no acaba de explicar adecuadamente lo que sucede en las secuencias de despachos, donde los representantes de las compañías aéreas implicadas intentan llegar a acuerdos o modificar las propuestas de partida. Podrían haberse aprovechado esos fragmentos para endurecer su denuncia, pero se ha optado por no traspasar ciertos límites y evita demonizar a las empresas. Los últimos minutos deparan un brillante colofón que compensa sus pequeños altibajos.

Michael Keaton completa una interpretación redonda. Tira de carisma y logra aproximarnos a un personaje con el que, a priori, costaría empatizar. Junto a él, Stanley Tucci deja notas de su contrastado oficio dotando de peso su rol secundario.



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