martes, 26 de agosto de 2025

NEVER ALONE (NUNCA MÁS)

 

La historia que recrea, vinculada a la deportación de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, comparte varios aspectos con otras adaptadas al cine. En la inevitable comparación sale perdiendo, porque siendo igualmente interesantes los hechos que narra, esta producción nórdica ha contado con menos medios y eso se nota. En parte, compensa las limitaciones técnicas con unos actores muy convincentes.

Saca del anonimato a una figura sobradamente merecedora de un homenaje. Cabe equiparar su intercesión a las hazañas que lograron Oskar Schindler y Nicholas Winton, bastante más conocidos. Corriendo riesgos similares y moviéndose por los despachos de políticos influyentes también salvó muchas vidas. 

1972. Abraham Stiller, ya anciano, le cuenta a una periodista los recuerdos de unos tiempos convulsos que le marcaron para siempre. Antes de que Finlandia se asociara a las potencias del Eje, era considerada un territorio seguro por quienes huían del nazismo. A finales de los años 30 se habían instalado allí unos quinientos refugiados. Al estallar la contienda, los alemanes intentaron que sus aliados colaboraran con la limpieza étnica. Tal exigencia causó una profunda división en el país. Este acomodado empresario de origen hebreo luchó sin descanso por evitar que se cediera a esas presiones.

NEVER ALONE (NUNCA MÁS)

El breve prólogo, en blanco y negro, invita a intuir la intensidad emocional del filme. Seguidamente, nos lleva al puerto de Helsinki y describe con los detalles justos al protagonista. Realza su carácter filántropo y familiar, lo que facilita la cercanía con el espectador, aunque no profundiza demasiado en el resto de los personajes.

Los compases iniciales describen el clima prebélico y las tensiones que podían desatarse. Consigue unas aceptables dosis de realismo y evita acentuar las situaciones dramáticas, que se suceden especialmente en los últimos minutos.

Se ha rodado en pocos escenarios y eso pesa en su contra. No obstante, el reputado director finés Klaus Härö (La clase de esgrima, El artista anónimo) maneja con destreza las cámaras y aplica de manera notable la iluminación tanto a las localizaciones exteriores como interiores, consiguiendo unos tonos ajustados al relato en cada momento. Además, procede destacar la apreciable labor del departamento de maquillaje y peluquería.

Un envejecido Ville Virtanen se mete de lleno en el papel y completa una fantástica interpretación. Los mismos elogios merece quien ejerce de su inflexible antagonista, Kari Hietalahti.











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