Entre el remake y la secuela se mueve la sexta entrega cinematográfica de esta popular saga. Centra casi toda la atención en el adolescente protagonista y respetando el espíritu de sus antecesoras desarrolla un animado relato. El romance, la acción y los nobles valores ligados a las artes marciales ancestrales deparan una película sumamente entretenida, dirigida especialmente al público juvenil. No obstante, recupera referencias de los primeros largometrajes que satisfarán a los nostálgicos. Cumple como vehículo de evasión y ofrece lo que se espera, sin sorpresas ni mayores pretensiones.
Li Fong, aprendiz aventajado de kung-fu, debe abandonar Pekín y viajar hasta Nueva York, donde su madre ha encontrado trabajo en un hospital. Realmente pretende alejarse de los trágicos recuerdos que le evoca seguir allí. Poco después de instalarse en la Gran Manzana, el joven entabla amistad con Mia, cuyo padre regenta una pizzería. No tardará en enemistarse con el violento Conor, el exnovio de la chica. La única manera de dirimir sus diferencias pasa por enfrentarse en el Torneo 5 Distritos. Sin embargo, no está preparado para competir a tan alto nivel. Por fortuna, contará con la ayuda de dos consumados maestros.
La introducción sirve de homenaje al desaparecido Pat Morita. Rescata una secuencia de Karate Kid II: La historia continúa y nos lleva a Okinawa (Japón) en 1986. Liga convenientemente ese prólogo con el salto a la capital china en la actualidad.
Si bien se antoja precipitado e injustificado el traslado a la ciudad de los rascacielos, posteriormente descubre los motivos que laten bajo esa decisión. Centrado el argumento, resulta fácil anticiparse a los acontecimientos que van sucediendo.
Nunca pierde la tensión narrativa porque el guion domina perfectamente el ritmo y no se extiende gratuitamente. Aprovecha sus agradecidos 94 minutos, aunque se ajuste a un esquema habitual. Solo estira ligeramente las sesiones de los entrenamientos en una azotea. Intenta rentabilizar así la participación de las leyendas a que alude el título.
La escena añadida, que aparece al principio de los créditos finales, supone un guiño simpático a los antecedentes recientes del filme.
Ben Wang responde a las exigencias físicas del papel. Ejecuta adecuadamente las coreografías de las peleas y combates en que interviene. Por el contrario, en los apartados dramáticos se muestra menos convincente. Jackie Chan y Ralph Macchio retoman unos roles que conocen, esta vez con unos ligeros aires cómicos.
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