Bien podría ser la continuación del premiado largometraje italiano Yo capitán (2023) de Matteo Garrone. Esta producción francesa, también muy galardonada, muestra una cara cercana e igualmente amarga de la inmigración. Sirve para visibilizar unos dramas que se repiten en las grandes capitales. Detalla unas penurias que la mayoría ignoramos. Cabe extrapolar con facilidad las circunstancias del caso que presenta a otros muchos. Multiplica sus efectos emocionales por su aparente realismo, puro cinema vérité. Así, hace partícipe al espectador del asfixiante tour de force que realiza el protagonista cada día, siempre en la cuerda floja.
Souleymane recorre las calles de París con una bicicleta repartiendo comidas a domicilio. Cumplir con los tiempos de entrega resulta esencial si quiere mantener el trabajo, aunque está suplantando a un camerunés que le alquila su puesto. Además, pronto se someterá al examen de asilo político. Si lo supera conseguirá los papeles que tanto ansía y evitará la deportación. Con tal intención ha memorizado unas historias ficticias sobre las supuestas movilizaciones contra el régimen que organizó desde el partido opositor en Guinea-Conakri, de donde procede.
Durante buena parte del metraje asistimos a un thriller acelerado que no da respiro. Traslada al patio de butacas la tensión y el peligro que supone transitar por la ciudad a toda velocidad, jugándose el pellejo en el asfalto. No se queda ahí, nos adentra en los hogares de acogida que albergan a los sintecho por las noches. Con la naturalidad que preside la cinta, sin cargar las tintas ni caer en la sensiblería, logra conmover.
No se olvida tampoco de recrear situaciones abusivas y despreciables. Curiosamente, algunos excesos provienen de quienes se han asentado legalmente tras dejar atrás las mismas calamidades que soportan ahora sus víctimas.
Remata la odisea con la esperada entrevista, una escena brillante de principio a fin, que depara los momentos más intensos del filme.
Los escasos medios técnicos empleados son inversamente proporcionales al excelso rendimiento obtenido, especialmente en lo que se refiere a la realización. En varias secuencias se ha utilizado una sola cámara.
El mecánico y actor no profesional Abou Sangaré obtuvo el permiso de residencia por participar en esta película. Siendo amateur, se desenvuelve con una loable soltura. Indudablemente, los responsables del casting merecen un reconocimiento singular. Y la actriz Nina Meurisse (Petite maman) brilla en su única intervención.
Increíble la interpretación de ese chico. Por lo visto es mecánico. A partir de ahora, uno de los actores de su generación. ¡Ojalá siga teniendo ofertas laborales!🎬
ResponderEliminarExtraordinario. Coincido. Esperemos que así sea.
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