Quentin Dupieux, el rey del humor absurdo francés (Mandíbulas, Increíble pero cierto, Fumar provoca tos), firma una de sus comedias más ocurrentes, recorrida por diálogos hilarantes y corrosivos. Los protagonistas son cuatro actores que se encuentran en pleno rodaje, lo cual permite confundir la ficción con la realidad e ir transformando a los personajes constantemente. Encarnan alternativamente unos valores y los opuestos según estén o no interpretando, sin que muchas veces esa distinción sea posible. La utilización del lenguaje inclusivo que abandera la cultura woke y el movimiento #MeToo no escapan a su fina ironía. Además, la visión satírica del futuro de la industria cinematográfica resulta ingeniosa y nada descabellada.
David quiere librarse de Florence, la mujer que lo ama locamente. Con tal propósito le acompaña el atractivo Willy; si logra conquistarla, él podría pasar página definitivamente. Van a verse en un restaurante rural. Inesperadamente, la joven acude con su padre, aunque este adinerado banquero no desea interferir en la relación sentimental. Sin embargo, todos representan los papeles que les han asignado. Y si bien la secuencia no ofrece grandes dificultades, surgirán imprevistos que alterarán la filmación hasta extremos insospechados.
Desde el principio deja claro el juego que propone, idóneo para sorprender continuamente al espectador. Conforme avanza, se pierden las líneas que separan ambos planos. El guion, por momentos, adopta una estructura que en sentido figurado se aproxima a la de las matrioskas. Surgen en los diversos tránsitos giros que descolocan.
También toca con una comicidad punzante los egos artísticos, el miedo escénico, la doble moral y los peligros de las nuevas tecnologías, alcanzando cotas tronchantes. El realizador tampoco se priva de mencionar repetidamente al reputado Paul Thomas Anderson (Pozos de ambición), cuyo estilo dista bastante del suyo.
En los últimos instantes aporta unas disquisiciones filosóficas poco estimulantes y alarga innecesariamente varios minutos un trávelin que enfoca a los rieles utilizados por el equipo de producción. Pierde la oportunidad de colocar el brillante colofón que merece el conjunto.
Léa Seydoux (Spectre), Louis Garrel (El inocente), Vincent Lindon (Titane, La ley del mercado) y Raphaël Quenard (Corazones rotos) responden a las exigencias camaleónicas de sus respectivos roles. Completa el elenco Manuel Guillot, que ejerce de camarero en una escena descacharrante.
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