Inspirado en hechos reales, este thriller francés acaba ofreciendo menos de lo que promete su planteamiento. Funciona algo mejor en la vertiente dramática, que aflora puntualmente con un cariz intimista. Invita a imaginar el durísimo pasado del protagonista, que determina sus acciones en el presente. También revela la existencia de unas organizaciones clandestinas formadas por expatriados sirios que se dedican al espionaje. Sin embargo, apuesta por una narración contenida, con contados momentos tensos e incluso el desenlace se antoja demasiado tibio.
Hamid era profesor de literatura en Alepo hasta que fue encarcelado. Padeció unas torturas atroces mientras estuvo recluido en la terrible prisión de Sednaya. Finalmente, lo abandonaron a su suerte en mitad del desierto. Logró sobrevivir milagrosamente y unos años después se instaló en Estrasburgo. Ahora, forma parte de una red fantasma integrada por varios compatriotas exiliados. Intentan localizar a criminales del régimen de Bashar-al-Ásad que residen en Europa. El primero de la lista es el guardia que lo martirizó.
Cabe extrapolar a millares de víctimas las terribles tribulaciones y secuelas que arrastra este maestro, cuya familia murió en un bombardeo. Indudablemente, entre las intenciones del novel director y guionista Jonathan Millet figura la de visibilizar esas circunstancias. Lo logra meritoriamente, sin necesidad de recrear pasajes violentos. Además, extiende la mirada a los campos de refugiados, escenificando con concisión sus precarias condiciones.
Al margen de tan loables propósitos, la intriga permite pensar en un relato intenso; no obstante, se queda a medias. Contrapone los deseos de una venganza letal al sentido racional de la justicia, pero lo materializa con continuas idas y venidas. A veces se repite o avanza con dificultad.
Del resto de personajes, únicamente el estudiante que podría ocultar una identidad falsa adquiere cierta entidad. Resulta imposible intuir si se trata o no del criminal al que están buscando. En este aspecto, la secuencia más destacada surge con un encuentro inesperado e indeseado. Recuerda a películas que trataron la persecución de los nazis al acabar la guerra, muchos se escudaron públicamente en su nueva imagen.
Adam Bessa (Harka) se muestra convincente, particularmente a la hora de transmitir el dolor que lo consume. Tawfeek Barhom (La primera profecía) se reafirma como un actor con carisma que domina los registros ambiguos.
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