Una película en cinco capítulos sobre los sinsabores y aprietos de la vida y la muerte. Así reza el irónico encabezamiento del primer largometraje de ficción que dirige Enrique Buleo. Introduce de esta forma un filme recorrido por el humor negro, unas veces surrealista y otras abiertamente absurdo. El pueblo manchego donde transcurre aporta unos aspectos costumbristas determinantes que se funden con elementos paranormales, por eso su llamativo título resulta muy acertado. La puesta en escena denota sencillez y naturalidad, incluso cuando aparecen las figuras supuestamente terroríficas, totalmente alejadas de cualquier intención espeluznante. Se debe aplaudir el ingenio volcado en el guion, que suple los escasos medios empleados.
En una pequeña localidad de la España vaciada se suceden los fenómenos extraños. La aparición de espectros coincidiendo con Halloween, las pintadas gamberras realizadas por un espíritu burlón y las misteriosas caras que afloran en unas paredes sobresaltan a sus habitantes. Además, el sacerdote, en plena crisis de fe, se topa con unos fantasmas auténticos. Y también están los que invocan directamente a las ánimas de ultratumba.
Aunque asistimos a situaciones peculiares, que en ocasiones descolocan, siempre se impone la comicidad. Los curiosos informativos radiofónicos que escuchamos de fondo cubren las transiciones entre los diferentes episodios. Se ha de prestar atención a las noticias disparatadas que comentan porque contienen detalles tronchantes.
Retrata con este talante a los personajes, que presentan unos ribetes berlanguianos. No obstante, algunas historias merecían un desenlace más redondo atendiendo a las expectativas generadas.
El tono esperpéntico, pero comedido, que domina la cinta recuerda a la premiada Espíritu sagrado (2021). Les unen los aires cotidianos que envuelven unas circunstancias chocantes, siendo este uno de sus mayores méritos.
En cuanto a los apartados técnicos se refiere, destacan la fotografía, que capta la luminosidad de los paisajes rurales y la banda sonora compuesta por Sergio Bertran.
El reparto, con actores profesionales y amateurs, conforma un grupo variopinto que nunca desentona. Brillan especialmente Consuelo Trujillo, Pilar Matas, Enric Benavent, Pepe Carabias y Eduardo Antuña.
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